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Los estudios en la región señalan que alrededor el 40% de los resultados educativos dependen de la escuela. Esto significa que los resultados está determinados, en mayor medida, por otros factores como el nivel socioeconómico, la salud, la alimentación, la vivienda, los cuidados que los niños reciben en sus primeros años de vida, entre otros. Mejorar sustancialmente los resultados educativos requiere un enfoque integral, que implica un esfuerzo coordinado entre diversas instituciones del Estado.
Como punto de partida, es importante definir cuál es el país que queremos, cuál es el modelo de desarrollo que necesitamos impulsar. En ese sentido, es fundamental tener en cuenta los planes nacionales elaborados y los procesos de diálogo nacional que se realizaron entre diversos sectores para construir ese proyecto país. Hoy estamos viviendo un momento histórico, en que debemos concertar, de una vez por todas, la hoja de ruta para sacar adelante nuestro país.
¿Cuál es la escuela que queremos para nuestros niños y niñas? Necesitamos repensar su rol en nuestra sociedad, resignificarla para que responda a las necesidades de este siglo y al dinámico contexto en el que se desarrolla la vida del país. La escuela puede convertirse en el centro de desarrollo de la comunidad: un espacio en que la comunidad participe activamente y sea protagonista de los cambios.
Necesitamos pasar de un modelo educativo conservador y autoritario que distribuye conocimientos a los alumnos, a un modelo diferente, democrático y participativo, en el que nuestros niños y jóvenes aprendan a aprender y construyan su propio conocimiento.
Desafíos
La educación paraguaya enfrenta muchos desafíos, entre los cuales consideramos fundamentales la profesionalización de la carrera docente, una mayor (y mejor) inversión en educación y la urgente necesidad de proteger a la educación de toda influencia político-partidaria.
En relación al primero, es fundamental recordar que los maestros son el corazón de la educación. Nos vemos tentados a desviar la atención hacia las herramientas tecnológicas, que si bien aportan al proceso educativo, no hacen a su esencia. Descuidamos el factor humano que es el elemento fundamental. Debemos centrar la atención en los docentes, en su desarrollo personal y profesional, apuntar a su revalorización y generar condiciones laborales dignas. Toda iniciativa que pretenda una innovación en el aula no puede ser concebida sin antes involucrar a los maestros, los verdaderos facilitadores de aprendizaje.
En esta misma línea, urge revisar el marco legal que rige la carrera docente, porque el vigente ya no responde a las exigencias actuales. Necesitamos que el rol del docente se adapte a las nuevas necesidades de un mundo en constante transformación. El replanteamiento de las condiciones de acceso, permanencia, promoción y salida de la carrera docente ya no puede ser postergado.
Inversión educativa
El segundo desafío, la inversión educativa, nos posiciona hoy de manera desfavorable en el contexto regional. La inversión pública paraguaya en educación, medida como porcentaje del PIB, es una de las más bajas de la región. Varios países vecinos establecieron metas presupuestarias para la educación: Argentina va al 6%, Bolivia al 8% y Brasil apunta a un ambicioso 10%, mientras nuestro país se ha estancado en un modesto 4% en los últimos 10 años. Esfuerzos como los del Fonacide, si bien son loables en su esencia de blindar recursos para educación, son aún insuficientes para alcanzar el nivel mínimo del 7% recomendado por la Unesco. Alcanzar este nivel básico implica casi duplicar el presupuesto asignado a la educación y requiere un esfuerzo importante que como país estamos obligados a realizar. El compromiso de todo gobierno para con la educación se manifiesta a través del presupuesto que le asigna. De esta decisión depende nuestro futuro como nación.
Aumentar la inversión pública en educación es clave, pero también debemos mejorar la calidad del gasto e instalar mecanismos de transparencia en el uso de los recursos. Eliminar la corrupción es un imperativo para responder a necesidades largamente postergadas. El manejo fraudulento de los recursos destinados a la educación es un crimen contra el futuro del país, que tiene consecuencias nefastas en la vida de nuestros niños.
Si logramos mejorar la inversión pública en educación y tenemos las mejores personas en la gestión de la educación, en poco tiempo más serán historia las imágenes que cada año se repiten: escuelas sin techo, sin agua ni baños dignos, docentes sin motivación ni capacitación que responda a sus necesidades.
La influencia de la política partidaria ha sido históricamente responsable de frenar sistemáticamente los esfuerzos que los equipos técnicos han realizado para elevar el nivel de la educación en el Paraguay. La meritocracia, que debería ser el requisito básico para la contratación de profesionales en la educación, está permanentemente violentada por la influencia de la política partidaria, donde los intereses sectarios se anteponen al desarrollo de nuestros niños y jóvenes. Necesitamos entender, de una vez por todas, que no podemos permitir que se sigan haciendo negocios con la educación.
Necesitamos comprender el profundo daño que hace la política partidaria al capital más precioso con que cuenta nuestro país.
Este sistema perverso perjudica al Ministerio de Educación y Cultura, lo cual se evidencia en un crecimiento desmesurado de la estructura orgánica, la falta de articulación entre las distintas áreas, la superposición de funciones y varias dificultades organizativas. Necesitamos una gestión eficaz y eficiente del MEC, para lo cual debemos impulsar la elaboración de una carta orgánica que pueda fortalecer su institucionalidad. Esto depende, exclusivamente, de la voluntad política.
Políticas públicas
Otro de los desafíos es la continuidad o sostenibilidad de las políticas públicas. Cada cinco años, las autoridades del MEC pretenden iniciar algo inédito, algo que marque la diferencia con respecto a la gestión anterior. No podemos ignorar las políticas que sí funcionaron. Necesitamos avanzar sobre las buenas prácticas y los procesos que ya se impulsaron. Necesitamos mirar el camino recorrido, revisar las lecciones aprendidas, escuchar con atención las voces de diversos actores del ámbito educativo, mirar con detenimiento los aprendizajes de la reforma educativa, con sus luces y sombras, los procesos desarrollados en Escuela Activa, Escuela Viva, los intentos por construir esa nueva escuela pública paraguaya.
La educación paraguaya requiere el apoyo de sus mejores talentos, sin distinción de banderías políticas y sin estar sujetos a los cambios de gobierno. Es momento de construir juntos la educación que queremos para Paraguay. Es momento de dar respuesta a esos desafíos. Convirtamos a la educación en una prioridad en la agenda pública, que esta sea nuestra causa nacional.