La Biblia no es un libro científico

La Biblia es un libro religioso y no se puede leer como si fuera un libro que expone verdades de la ciencia experimental. Dice cosas trascendentales, pero en otro ámbito.

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Entre otras cosas, que Dios creó de la nada (el porqué de cuanto existe) y que creó por amor (el para qué de lo que existe), que el hombre es hijo de Dios y por eso todo hombre tiene una gran dignidad, etc. Son afirmaciones que escapan al objeto de la Ciencia. La Ciencia se ocupa de lo material, de lo que está ahí, de sus propiedades, de su evolución, pero no de responder a preguntas que son filosóficas y/o teológicas: cuál es la razón de ser del universo, si tiene o no una finalidad, etc.

La Biblia está escrita para ser entendida en su contenido religioso y teniendo en cuenta que trasmite sus enseñanzas con el lenguaje y los recursos literarios propios del hagiógrafo (de la persona que escribe) y en el contexto cultural del lugar y de la época.

¿Puede haber contradicciones entre la Biblia y la Ciencia?

Realmente no. Una persona que cree en Dios sabe que tanto las verdades de fe como las de la Ciencia proceden del mismo Dios. Paul Sabatier, premio Nobel de Química decía: "Contraponer la ciencia con la religión es cosa de gente poco experta en uno y otro tema".

Los posibles conflictos pueden surgir cuando, en base a la Biblia, se hacen afirmaciones fuera del campo religioso o cuando, en nombre de la Ciencia se hacen afirmaciones que están fuera de su objeto y que por lo tanto no son científicas. Lamentablemente, hay ejemplos de ambos errores. Los podríamos llamar a estos errores fundamentalismo religioso y fundamentalismo ateo.

FUNDAMENTALISMO RELIGIOSO

Si se quiere tomar el contenido de la Biblia en su sentido estrictamente literal, olvidando su sentido religioso y su género literario, se harán afirmaciones que chocarán con algunas verdades de la Ciencia. Un caso concreto se da en el tema de la evolución que los fundamentalistas protestantes rechazan porque no se compatibiliza con el relato de la Creación en el Génesis.

Otro ejemplo muy conocido fue el error cometido por un tribunal de la Iglesia contra Galileo. Tampoco aquí se respetó la autonomía de la Ciencia. Un caso por el que el papa Juan Pablo II pidió perdón públicamente.

A propósito de este caso, vale la pena conocer la verdad de algunos datos concretos que han sido tergiversados y difundidos, seguramente, en la mayoría de los casos, por ignorancia. Quizá en algunos casos para atacar a la Iglesia Católica.

Según una encuesta realizada entre los estudiantes de ciencias de la Comunidad Europea, un 30% de ellos piensa que Galileo fue quemado vivo en la hoguera y un 97% cree que fue sometido a torturas. Y los que saben algo más de él citan la famosa frase ¡Eppure si muove! (¡Y sin embargo se mueve!).

Estos estudiantes se llevarían una gran sorpresa si se les contara toda la verdad. Galileo no estuvo ni un solo día en la cárcel, ni sufrió ningún maltrato físico. Cuando tuvo que ir a Roma para el proceso, la Santa Sede lo alojó en una vivienda de cinco habitaciones con vistas a los jardines vaticanos y con un servidor personal. Después, el "condenado" fue alojado en la lujosa Villa Medici y más tarde, en calidad de huésped, en el palacio del arzobispo de Siena (uno de sus muchos amigos eclesiásticos y al que había dedicado Galileo sus obras). Finalmente fue a su villa personal donde siguió sus trabajos científicos (allí escribió su obra más importante). No tuvo restricciones para recibir a quien quisiera y pronto le permitieron alejarse de su villa cuando quisiera. Eso sí: tenía que rezar cada semana los siete salmos penitenciales. Cuando a los tres años también se le levantó esta pena, el siguió rezándolos libremente porque era un buen creyente. La famosa frase "eppure si muove" que se le atribuye es en realidad de un periodista, Giusseppe Barretti, que la utilizó por primera vez en Inglaterra en 1757. ¡Unos 100 años después del proceso a Galileo! En el juicio, ante cardenales, algunos de ellos también científicos, la única prueba que aportó sobre su afirmación de que la Tierra gira alrededor del Sol fue que, según él, las mareas eran el resultado del movimiento de la Tierra. Varios del tribunal, cardenales-científicos, estaban convencidos de que la causa de dichas mareas era la atracción de la Luna (como se sabe con certeza actualmente). Galileo los trató despectivamente. La demostración experimental, bien fundada, de la rotación de la Tierra no se tuvo hasta 1748, un siglo después de este famoso proceso que tanto se cita con poca objetividad.

Tampoco es muy conocido el verdadero motivo por el que Galileo fue condenado. Cuando pidió permiso a la Santa Sede para publicar sus ideas, se lo dieron con la condición de que las expusiera, pero como una hipótesis, no como algo probado (que como se dijo, entonces aún no lo estaba). Condición que no cumplió dando su manuscrito a la imprenta incluyendo una burla a los consejos que le había dado el Papa que, además, era amigo suyo.

De todas formas, como se dijo más arriba, hubo un error por parte de la Iglesia al interferir en cuestiones científicas y no respetar su autonomía. No se conoce de ninguna otra intervención de la Iglesia de este estilo en el campo de la Ciencia.

FUNDAMENTALISMO ATEO

También es causa de aparentes conflictos entre ciencia y religión la actitud de algunos científicos que podríamos llamar fundamentalistas ateos. Para ellos, la no existencia de Dios es un axioma indiscutible. Como consecuencia, presentan las cosas de manera que no pueda haber lugar para un Creador, forzando para ello los datos de la ciencia.

Ejemplo de esa actitud es la persecución que sufrió Alexis Carrell, médico francés

Premio Nobel de Medicina. Sustituyendo a un colega, fue al santuario de Lourdes para acompañar a una persona enferma de peritonitis tuberculosa. Vio con asombro (él no era creyente todavía) la curación de la enferma de forma instantánea e inexplicable. Hombre honesto, expuso lo que vio con sus propios ojos. Esto provocó el escándalo de la Medicina oficial de Francia que le cerró todos los caminos de su vida profesional. Amargado, emigró a Canadá con intención de abandonar la Medicina. Después, ya muy conocido por sus conocimientos de cirugía vascular, investigadores de EE.UU. lo llevaron a trabajar a Chicago. Entre otras cosas, inventó el "corazón mecánico" que permite la circulación extracorpórea de la sangre. Recibió el Premio Nobel de Medicina en 1912. Gran humanista, escribió un libro de inmensa resonancia en todo el mundo: "L’homme cet inconnu"("La incógnita del hombre") donde plasma su profunda inquietud espiritual. Con gran sentido del humor pudo decir "no soy lo suficientemente crédulo como para ser incrédulo".

También podríamos encuadrar dentro del fundamentalismo ateo a quienes, para atacar al Papa y a la Iglesia, tergiversaron párrafos de la reciente intervención de Benedicto XVI en la universidad de Ratisbona. Es significativo que, al final de su conferencia sobre la fe, la ciencia y la universidad, cientos de profesores y alumnos, de pie, lo aplaudieron durante varios minutos. Quien lea sin prejuicios lo que el Papa dijo, entenderá que no atacó al evolucionismo y mucho menos a la ciencia. Hay un consenso universal de "que nadie da lo que no tiene". Con términos filosóficos: "no hay efecto sin causa". Un evolucionismo creacionista que quiera explicar la racionalidad del universo y al hombre y su razón sin una razón creadora sería realmente poco racional. Y a eso se refería el Papa. No al evolucionismo en general que Pío XII calificó como "una hipótesis seria" y Juan Pablo II de "más que una hipótesis". Dios pudo haber creado "algo" muy elemental que, por evolución, ha originado el universo actual.

¿LA CIENCIA DEMUESTRA LA EXISTENCIA DE DIOS?

Con palabras de Juan Pablo II: "Las pruebas científicas, en el sentido moderno de la palabra, valen solo para las cosas perceptibles por los sentidos. (à.). Pero de todo esto no debe sacarse la conclusión de que los científicos sean incapaces de hallar en sus estudios científicos motivos válidos para admitir la existencia de Dios".

La existencia o no existencia de Dios no es tema de la ciencia experimental. Si es, como de todo hombre, tema del científico como persona.

La ciencia experimental y la religión se encuentran en distintos planos. También es evidente que estos planos se aproximan cada vez más aunque nunca lleguen a interceptarse. De hecho, cada vez hay menos científicos que cuestionen la existencia de Dios.

Con otras palabras, en frase equivalente a la de Alexis Carrell, se podría decir que "hay que tener mucha fe para ser ateo" (fe, en el sentido de aceptar algo sin pruebas).

Un científico, lleno de pragmatismo decía, con estas o parecidas palabras, "prefiero equivocarme creyendo que Dios existe a equivocarme pensando que no existe. Si no existe, cuando me muera no pasará nada, pero si existe, me va a pedir cuentas".

Muchísimos científicos modernos de primer nivel se cuentan entre los creyentes. Entre otros, Einstein, el mayor genio de la física en el siglo XX ; Max Planck, padre de la física moderna; Heisenberg, considerado el más sabio en física nuclear; Kastler; Carlos Rubbia todos ellos científicos premios Nobel.

También los ateos fundamentalistas merecen un gran respeto. Y por una razón que ellos no pueden comprender y es, que también son hijos de Dios. No es fácil encontrar para ellos un argumento convincente para que también nos respeten a los que creemos en Dios. Ojalá que no se pueda aplicar a nadie lo que el gran poeta Antonio Machado escribió: ¡Ojos que a la luz se abrieron un día para, después, ciegos tornar a la tierra, hartos de mirar sin ver!

lmlucia @villamorra.org
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