Indígenas logran autoconsumo y arraigo a través de la agricultura

Contrariamente a los indígenas que se acostumbraron a la mendicancia, hay también experiencias de comunidades nativas que alcanzaron el autoconsumo. Su objetivo para el futuro es recuperar las tierras que hoy alquilan a los sojeros para sobrevivir. La presencia de los técnicos agrícolas entre ellos fue fundamental para este desarrollo y arraigo territorial. A partir de hoy publicaremos la experiencia de tres comunidades, que en medio de un mar de sojales, aparecen como islas que buscan salir de la miseria.

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Caaguazú es uno de los departamentos que alberga a un interesante número de indígenas. En su territorio conviven tres etnias: los mbya, ava guaraní y aché, que totalizan más de 8.000 nativos. Casi en todas sus localidades hay un componente indígena.

Por falta de apoyo y de una política de arraigo para producir sus tierras, muchos abandonan su territorio. Se desplazan a las ciudades para mendigar en Ciudad del Este, Asunción, y otros, se instalaron a la salida de la capital departamental, Coronel Oviedo.

Vaquería es una de las localidades del quinto departamento, alberga a la comunidad mbya, Mbocayai, a 90 kilómetros al Este de la ciudad de Caaguazú.

A este sitio se llega a través de un camino de terraplén, que en su mayor parte está en buenas condiciones. Pasando la zona urbana predominan los pequeños establecimientos ganaderos, y a medida que uno avanza, se adentra en los grandes sojales, que si no se apoderan de los caminos, es porque estos se utilizan para el transporte de los granos.

Los cultivos son como un mar que se presenta a la vista, y cuando uno divisa una pequeña “isla verde”, esta es una comunidad indígena.

Un comunidad progresista

En medio de ese paisaje, Mbocayai, de 193 hectáreas, alberga a 36 familias mbya, que tratan de sobrevivir, no de la mendicancia, sino del trabajo. La bienvenida a este asentamiento se lee en un cartel ubicado al costado del tanque de agua que provee el líquido a toda la comunidad. Al lado también se puede apreciar una escuela de dos aulas, donde la enseñanza es plurigrado.

A medida que uno se adentra en el territorio, observa casas de material construidas por Senavitat y precarias chozas, que no tuvieron la suerte de ser reemplazadas.

El camino llega hasta lo que llaman los nativos el “centro comunitario”. En este lugar el recibimiento estuvo a cargo del cacique Tomás López, un dirigente joven que tiene muy claras las claves para progresar: trabajo y educación.

Que la gente trabaja está a la vista. A medida que se recorre el territorio se observa a hombres y mujeres carpiendo o cultivando. Las casas se distribuyen en toda la propiedad y alrededor están las huertas familiares y luego las chacras, donde plantan mandioca, maíz, poroto y otros rubros de subsistencia.

Huerta y reforestación

El cacique López tiene la huerta más grande, porque de aquí se llevan los plantines. Maneja igualmente un vivero, donde se producen especies nativas, con las cuales han iniciado nuevamente el proceso de reforestación, porque aparte de los pocos árboles que les quedan, las plantaciones de soja son las que se ven en el horizonte.

“De aquí nunca salieron indígenas para ir a protestar ni a pedir limosna. Aquí el trabajo es una obligación. Trabajamos en la agricultura y vendemos nosotros mismos nuestros productos”, indicó orgulloso.

Comentó que ya han vendido gran cantidad de mandioca, maíz y poroto en las ferias de Vaquería y Caaguazú. Los nativos tienen 60 hectáreas cultivadas, una parte reforestada, y más de 15 hectáreas que alquilan a sojeros, a razón de un millón de guaraníes la hectárea cada año.

“Nosotros somos del monte. Pero aquí ya no tenemos casi nada. Por eso, hemos creado el vivero y estamos cultivando lapacho, samu’u, cedro, guayaibí entre otras plantas. Si no reforestamos, tampoco nos quedaremos aquí, porque del monte sacamos nuestros medicamentos y la leña que es el abrigo y al mismo tiempo la energía para preparar los alimentos. Sin agua y fuego, no existe vida”, remarcó.

Esta comunidad recibió 29 precarias viviendas de la Senavitat, pero aún faltan unas 22 para albergar a nuevas familias jóvenes, quienes todavía viven con los padres.

La comunidad cuenta con una escuela a la que asisten 54 alumnos que pueden estudiar hasta el primer ciclo. En la institución reciben desayuno y almuerzo que provee la Gobernación. La escuelita necesita un comedor y una cocina. Actualmente, los alimentos se preparan a la intemperie. “El intendente de Vaquería, Guido Martínez, nos prometió la construcción de la obra, pero hasta ahora no cumple”, nos dijo uno de los nativos.

No hay dudas de que estos nativos quieren progresar. Cuando tuvieron ganas de comer galleta, un panificado muy deseado por los nativos, se ingeniaron y con colaboraciones públicas y privadas lograron crear una panadería que abastece a la comunidad e inclusive a algunos paraguayos vecinos. Se vende en un almacén comunitario, donde las mujeres que atienden muestran orgullosas el delicioso producto.

Un todo terreno

La moto es un medio de transporte muy importante para los nativos. La utilizan para trasladarse de un lugar a otro y para entregar alguna bolsa de producto agrícola o panificado. Pero el gran desafío de los indígenas es tener una camioneta todoterreno para sacar permanentemente los rubros a Vaquería, Caaguazú e incluso, algún día, llegar a Asunción y venderlos en una feria.

Mbocayai logró el autoconsumo gracias a la presencia permanente de los técnicos agrícolas del Ministerio de Agricultura, especialmente de Sara Benítez, del programa de Agricultura y Economía, del municipio y la Gobernación, que también han colaborado para este desarrollo comunitario. Los nativos pidieron a los interesados en colaborar con ellos que llamen al cacique López 0971 274578. Actualmente, por ejemplo, necesitan árboles frutales.

Esta es una lucha por cambiar totalmente un modo de supervivencia. De recolectores ahora son agricultores, y los indígenas están demostrando, que no son haraganes y que pueden mejorar sus condiciones de vida a través del trabajo.

avelazquez@abc.com.py
Fotos: David Quiroga

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