Iglesia afirma que corrupción despoja el pan a los pobres

El obispo de Villarrica y presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP), Mons. Adalberto Martínez, instó anoche a los paraguayos a liberarse de la corrupción que despoja el pan a los pobres, así como de la esclavitud de la drogodependencia, de los secuestros, homicidios y feminicidios.

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VILLARRICA (Corresponsal). Los católicos celebraron anoche la Resurrección de Cristo, que se proclamó en la Vigilia Pascual. El acto central en esta capital departamental estuvo dirigido por el obispo diocesano y presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya, Mons. Adalberto Martínez.

La ceremonia comenzó fuera de la Catedral con la bendición del fuego, que luego dio luz al cirio pascual que representa a Cristo. Tras este acto, los presentes entraron al interior del templo, donde siguió la misa.

En la homilía, Martínez explicó el sentido de la luz y el significado de la Resurrección de Cristo, que de esa forma venció al poder de las tinieblas.

“Los cristianos estamos llamados a dar testimonio de la Resurrección del Señor en nuestra vida cotidiana, siendo luz y sal en una sociedad oscurecida y enferma por la corrupción y la impunidad, que priva a los pobres, a los pequeños, a los jóvenes, adolescentes, a los niños por nacer, a los más frágiles y vulnerables, de lo que les corresponde en justicia por su dignidad como ciudadanos e hijos e hijas de Dios”, manifestó seguidamente el prelado.

El obispo indicó que Cristo Resucitado convoca a trabajar por el bien común para favorecer una vida nueva y plena de todos, luchando decididamente para mitigar e incluso erradicar la pobreza y la indigencia en que viven miles de compatriotas. “No podemos quedar indiferentes ante situaciones de nuestros hermanos sufrientes que imploran al cielo ante la falta de techo, tierra, trabajo, de salud y educación de calidad, de seguridad”, dijo el religioso.

Insistió en el compromiso que se tiene que asumir con la resurrección y agregó que este acontecimiento debe llevar a trabajar por “la liberación de nuestros hermanos que sufren la esclavitud de la drogodependencia, de los secuestros, de la violencia intrafamiliar, de la trata de personas, del abuso de menores, de homicidios y feminicidios, de la ignorancia, la corrupción que despoja el pan de los pobres”.

Agregó que debe llevar a trabajar también por establecer políticas que defiendan la casa común, de la destrucción de la naturaleza y su entorno humano, en diversas formas de graves degradaciones socio-ambientales, así como en políticas que atiendan las necesarias reformas agrarias y el desarrollo rural; establecer políticas que defiendan y cuiden la soberanía de la familia, el matrimonio y la vida en todas sus etapas desde la concepción hasta la muerte natural.

Representar a la gente, pidió a políticos

En otro parte de su alocución, Mons. Adalberto Martínez se dirigió a la clase política y pidió a los dirigentes que representen verdaderamente a su pueblo, a sus mandantes. “Deben esforzarse por practicar la virtud de la empatía, vivir con la gente y como la gente del pueblo, sintiendo sus necesidades y sufrimientos, sus gozos y esperanzas, sus sueños y anhelos más profundos”, precisó.

Cree que solo así podrán comprender el clamor de los más pobres y trabajar por el desarrollo humano integral, como camino para el logro del bienestar y la felicidad de cada uno de los habitantes del suelo patrio.

A los laicos y a los dirigentes políticos exhortó a trabajar por una política de desarrollo al servicio del bien común, promoviendo una economía con rostro humano, anteponiéndose a la egoísta competencia por los réditos políticos y monetarios. “Exhortamos a ser artesanos de la paz en situaciones de turbulencias y de conflictos, escuchando los reclamos sociales y promoviendo la justicia y la equidad. La Paz y la Justicia van de la mano para construir una sociedad libre de corrupciones personales y corporativas que, como el cáncer, destruye el tejido moral y social de la nación”, destacó.

Finalmente pidió aferrarse a Cristo resucitado para mantenerse firmes en el camino del bien para dar frutos del Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia y afabilidad.

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