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Nacido en Oviedo, residente en Madrid, el destacado protocolista y licenciado en Ciencias de la Información, Carlos Fuente Lafuente estuvo en Asunción brindando una conferencia en el I Congreso de Comunicación y Eventos, organizado por el Primer Instituto Paraguayo de Estudios de Protocolo y Ceremonial. Entre sus trabajos más importantes figuran la proclamación del rey Felipe VI y 3 décadas en los Premios Príncipe de Asturias. Fuente Lafuente lleva 35 años en protocolo, de los cuales los primeros fueron de convivencia con el periodismo. Trabajó en varios medios de prensa incluyendo la corresponsalía del El País. “Entré al protocolo porque en esa época estaba como jefe de prensa en la intendencia municipal del Ayuntamiento de Oviedo y como el encargado de protocolo se estaba jubilando, me pidieron que cubriera ambas cosas. Me gustó tanto que al final pedí cubrir solamente protocolo y que buscaran otro jefe de prensa”.
–¿No le quitó libertad entrar al protocolo y dejar el periodismo?
–Al contrario, el concepto que yo tengo del protocolo es más libre, más creativo, más positivo que el propio periodismo. Periodista me sentiré siempre, vengo de familia de periodistas, continúo escribiendo. Pero profesionalmente me gusta más el protocolo, porque no tengo dependencias de nadie, es algo distinto cada día. Tiene mucho parecido con el periodismo, en el sentido de que al final no dejamos de ser comunicadores de cosas. Antes me comunicaba por mi crónica, entrevista o artículo, ahora lo hago a través de eventos en los que trato de transmitir un mensaje a través de la visualización de una escena.
–Comúnmente decimos que el protocolo incluye la etiqueta y el ceremonial.
–Ese es el concepto antiguo. Hace unos 15 años comenzó el cambio. Antes el protocolo se asociaba al poder, era la imagen práctica del poder. Tenía un jefe de protocolo el que tenía coche, derecho al uso del despacho, a la sala de autoridades del aeropuerto. Era una puesta en escena de quien mandaba y quien no. Ese es el protocolo que no queremos, que criticamos, el que pone de manifiesto al poderoso frente al ciudadano.
–¿Cuál es su definición personal?
–Yo a veces lo defino por lo que no es. La sociedad, el ciudadano creen que es el arte de saber estar, lo que tienen que hacer los políticos y los diplomáticos, ese protocolo férreo que se ocupa de la bandera, de recibir, etc. Pero eso no es ni el 5% de lo que hacemos. A nosotros nos llaman técnicos de protocolo, pero en realidad somos técnicos de eventos, lo que organizamos son actos oficiales, empresariales, deportivos, sociales, culturales, de la industria del entretenimiento, del turismo, que exigen que haya protocolo, comunicación, marketing, producción logística, producción audiovisual entre otras disciplinas. Yo siempre he intentado encabezar, ser pionero en demostrar que el protocolo oficial está rancio. El protocolo unido a la etiqueta y al ceremonial es confundir a la gente.
–¿No cree que, por más moderno que sea, el protocolo se impone?
–El protocolo no es que se imponga, está ahí. Lo que hay que hacer es un protocolo que facilite las relaciones entre las personas, entre instituciones. El protocolo trata de hacerlo todo más sencillo, sobrio y barato.
–Pero tiene reglas y hay que cumplirlas.
–Las reglas no las pone el protocolo, las reglas las hemos heredado de nuestro padres y abuelos que nos han educado con límites, con reglas de urbanidad. Eso no es protocolo, es cortesía, buena educación. A veces me dicen ¿es protocolario comer con las manos? Y digo: “Ah, no sé, es un problema tuyo, si te han educado así, si en tu entorno lo hacen no podría decir que no”. Lo mejor de las reglas es conocerlas y manejarlas, y luego decidimos si las usamos o no.
–¿Qué sucede cuando algo falla en un evento?
–Pasan las cosas como pasan en casa. Si invitaste gente a comer y se te quema el primer plato, tratas de resolverlo. En protocolo siempre hay fallos, el arte está en que no se note. Alcanzar la perfección absoluta es muy difícil. Si eres una persona que se juega mucho, porque la institución que hay detrás se juega mucho, siempre tienes un plan B. Aunque la improvisación se contradiga con protocolo, en el nuevo protocolo el arte de improvisar con naturalidad es bueno. La gente agradece actos, por ejemplo que el Papa rompa el protocolo para acercarse –cuando en realidad eso está contemplado, pero transmite la idea de que se sale de lo habitual–. Esto es lo que buscamos los del nuevo protocolo: naturalidad, espontaneidad.
–Muchos continúan aplicando el protocolo antiguo.
–Desgraciadamente lo siguen haciendo y de manera errónea. Quienes más lo hacen son las autoridades políticas haciéndole un flaco favor a la institución. Hay que hacer un llamado a los representantes de la ciudadanía para actualizarse. La época de la corbata se acabó (hoy me la puse por deferencia), el formalismo ha finalizado.
–¿Qué le gustaría cambiar definitivamente en este tema?
–La imagen que tiene la sociedad de pensar que somos personas estiradas, la imagen estigmatizada que tienen de los técnicos de protocolo. Yo soy un poco rompedor de reglas. Me gusta sorprender a la gente.
–¿Cómo se lleva con los periodistas en los eventos oficiales?
–Siendo colega, siempre trato de dialogar con ellos y de hacer que las barreras de restricciones sean cada día lo más pequeñas posibles. Siempre digo que si los periodistas supiésemos de protocolo, costaríamos el doble, porque detrás de cada protocolo hay claves que te permiten entender algunas cosas que a veces son muy importantes: cómo un presidente recibe a otro, si dónde coloca la bandera del invitado, etc. Todos mensajes subliminales que no es que el protocolo esconda sino que lleva inherente. Hay mucha comunicación no verbal.
–¿Está reñida la competencia en el rubro?
–Sí, la industria de los eventos es la número uno en el mundo. En España está de moda, porque es una carrera atractiva, divertida y porque es la que más empleo está generando. Los eventos representan al 7% del PIB en la mayoría de los países, y en el 2013, según el último estudio, facturó 52 billones de dólares solo el turismo de reuniones (congresos).
–¿Trabajó en Paraguay?
–No, pero he tenido la suerte de hacerlo con paraguayos en España. Aquí me da la sensación de que hay profesionales muy buenos, pero tengo la certeza absoluta de que también otros tienen que cambiar muchas cosas.
Con Woody Allen
Fuente Lafuente organizó durante 30 años los Premios Príncipe de Asturias, ha visto pasar a miles de premiados de todo el mundo. Entre ellos innumerable realeza. “En una premiación estaba Woody Allen y me preguntó al oído: ‘¿Y qué es un príncipe?’ porque no lo sabía. Al final del evento, él, que es lo más reacio, antiprotocolario 100%, se acercó y me agradeció la ayuda que le di. Estas son las cosas que a mí me dicen que hago la línea de protocolo que quiero hacer”.
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