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La hermana Enriqueta Poirier es actualmente la superiora de la congregación. Llegó a nuestro país hace 35 años. Se la conoce más como directora de grupos corales, que se encargan de animar las celebraciones religiosas.
Sus antecesoras, las hermanas Francisca, Basilla, Buenaventura y Blanca María, fueron las primeras en llegar al Paraguay, y se dedicaron a la educación, pues era una gran necesidad cuando se instalaron en el barrio Herrera. Así surgió una escuela-colegio.
La hermana Poirier relató que cuando llegó al Paraguay hace 35 años, el barrio Herrera, donde se afincaron los sacerdotes canadienses que llegaron en 1960, era un monte. Las calles no estaban delineadas, algunas no tenían salida, como Emeterio Miranda. Para atender la salud, ya estaban las hermanas Agustinas, quienes asistían en un dispensario médico.
Con la habilitación de la escuela, centenares de niños acudían a clases, y fue un gran aporte para la comunidad. Las Hermanas de la Caridad tomaron la dirección de la institución que hoy tiene más de 40 años.
La hermana Gaby Tardif, con más de 40 años en Paraguay, también habló de los momentos difíciles que tuvieron que sortear. Contó que había gente muy pobre, que prefería que sus niños se quedaran en casa o saliera a trabajar, a enviarlos a la escuela. Aparte de ese servicio, la congregación acompaña hasta hoy la pastoral, la liturgia y la animación de las celebraciones.
El barrio Herrera es hoy un populoso barrio. La hermana Tardif se sorprende por la explosión urbanística de la comunidad. “Antes decían que era una chacra. Hoy es un barrio progresista, que tampoco escapa de los vicios y de la inseguridad”, remarcó. Recordó que antes había contacto directo con los vecinos y hoy muchas casas tienen grandes murallas y se habla con sus ocupantes a través de micrófonos.
La hermana Enriqueta afirmó que el barrio Herrera empezó a cambiar cuando llegó el empedrado, y muchos vecinos tuvieron que irse por no poder pagarlo.
A raíz de ese cambio urbanístico, según la hermana Tardif, se creo la Cooperativa San Cristóbal.
“Esta entidad se formó a iniciativa de los sacerdotes canadienses. Muchos accedieron a la vivienda y pagaron el empedrado porque era para ayudar a los pobres”, precisó. Agregó que esta presencia religiosa, tanto de sacerdotes como de hermanas, fue fundamental para que el barrio Herrera progrese y acceda a mejores niveles de vida. Gracias a este apoyo los niños tuvieron la oportunidad de estudiar y mirar hacia un nuevo horizonte.
Para las religiosas, ayudar a los pobres es uno de los objetivos de la congregación. Por ejemplo, en el barrio San Miguel, de San Lorenzo, donde tienen la casa de formación, se habilitó un comedor donde almuerzan 70 familias.
Roldán Molinas, asociado a la congregación, indicó que por los 50 años de la presencia de la religiosas y por el aporte de los sacerdotes canadienses, plantearon a la Cooperativa San Cristóbal una ayuda para cercar el templo, pero no han recibido todo el apoyo.
El dirigente laico lamentó la insensibilidad de la Cooperativa, que al ser una entidad que se creó bajo el amparo de la parroquia, hoy se niega a hermosear el templo y sus alrededores. Le pidieron G. 66 millones y solo facilitaron 30 millones. Ahora faltan G. 43 millones que se niegan a aportar.
“La Cooperativa San Cristóbal se fundó para ayudar a la gente, hoy es más bien un banco que ya abandonó su ideal de estar al servicio de la gente más humilde”, concluyó la hermana Enriqueta.