Habló con libertad de la corrupción en Paraguay y la omitió en Ecuador y Bolivia

En su reciente viaje apostólico a Ecuador, Bolivia y Paraguay, el papa Francisco arremetió contra el descarte, los atentados al ecosistema y la economía que no está al servicio del pueblo. Sin embargo, solo en nuestro país pidió al presidente Cartes luchar contra la corrupción. No lo hizo en los otros países, donde también la corrupción es causa de la pobreza.

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La libertad de expresión de la que goza nuestro país permitió al papa Francisco, tanto en el León Coundou como en conversaciones con el presidente Cartes, exteriorizar su preocupación por la corrupción, que es una de las causantes de la pobreza en Paraguay.

El pontífice demostró que conocía nuestra realidad. Vino muy informado y era de esperarse porque, en estos casos, las conferencias episcopales son las que describen la realidad de cada país para que luego el Vaticano elabore los discursos. Temas como la corrupción, la impunidad, la violencia y el narcotráfico fueron enviados por los obispos a la Santa Sede. Y el Papa exteriorizó su preocupación por estas situaciones, así como por la ideología del descarte y por la constante degradación del ambiente.

El gran mal de Latinoamérica y de sus políticos gobernantes es la corrupción, y Ecuador y Bolivia no son las excepciones; también tienen casos graves, que incluso involucran a sus mandatarios.

Aquí en Paraguay, el presidente de la República, Horacio Cartes, reveló que en las conversiones que mantuvo con el papa Francisco durante su visita de tres días, este le pidió no ceder en el combate frontal a la corrupción. Le indicó que ese es el camino y que hay un pueblo detrás que espera mucho. En el encuentro con los sectores sociales que se realizó en el León Coundou, invitó a los jóvenes “a jugarse por algo, a jugarse por alguien”. “Dejen todo en la cancha, no coimeen al réfere”, reclamó el papa Bergoglio.

En Ecuador apostó más al diálogo y prefirió no referirse a la corrupción aunque casos sobran, como el negociado en la construcción de caminos que involucró a Fabricio Correa, hermano del mandatario, Rafael Correa. El contratista supuestamente se había beneficiado con varios contratos millonarios con el Estado. A mediados del 2013 estalló el escándalo de las firmas falsificadas en el proceso de reinscripción de las organizaciones políticas; y luego salió a luz un escándalo mundial, cuando la Policía de Italia encontró droga líquida en una valija diplomática. Un empresario argentino recibió un irregular pago de USD 800.000 de un banco.

A pesar de estos casos el Papa omitió hablar de corrupción en Ecuador. Correa, en cambio, utilizó las preocupaciones de Papa para congraciarse con el mismo. Dijo, por ejemplo, que el gran pecado social de nuestra América es la injusticia. “¿Cómo podemos llamarnos el continente más cristiano del mundo, siendo a su vez el más desigual?”, se preguntó. Prefirió hablar de inequidad y adrede omitió mencionar las causas.

En Ecuador imperan igualmente los atropellos a la libertad de prensa, que tampoco fueron denunciados por el Pontífice.

En Bolivia, el regalo del crucifijo con la hoz y el martillo suscitó distintas reacciones en las redes sociales. Muchos acusaron al presidente Evo Morales de haber politizado la visita del Papa, para difundir la ideología comunista. El obsequio fue muy criticado.

Morales desvió la atención de la gente al centrar su discurso en el reclamo de volver al mar con soberanía. En Bolivia, por ejemplo, está el sonado caso de la desaparición de 21 millones de dólares de recursos del Fondo Indígena, que fue facilitado para mejor las condiciones de vida de los nativos, sin embargo, se esfumaron. Si bien el caso está en la fiscalía, tiende a diluirse. Este hecho es grave porque se trata de la desaparición de millones de dólares que estaban destinados a los pobres. Igualmente, el presidente Morales, en su afán de perpetuarse en el cargo, ha llegado a exiliar a opositores y a chantajear a los pobres, amenazándoles con que si no votaban por el oficialismo, sus ciudades no recibirían asistencia.

Estos casos demuestran que la corrupción impera en esos países, al igual que en Paraguay. Solo que en el caso de nuestro país, los obispos hicieron llegar nuestros pecados a la Santa Sede. No así en Ecuador y Bolivia, donde al parecer, sus pastores temen una suerte de represalia de los bolivarianos. Por ejemplo, Correa tiene una Ley de Comunicación que ha sancionado a personas y medios de prensa por “calumniar” al Gobierno.

La gran diferencia es que entre el autoritarismo y libertad de expresión, esta última es la que beneficia al pueblo porque es el camino que lleva al saneamiento de una nación de la corrupción.

avelazquez@abc.com.py

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