Función de las ciencias en la sociedad

El impacto de las ciencias en la sociedad es cada día más intenso y complejo. Hasta hace muy poco tiempo, la sociedad regalaba a las ciencias y a los científicos el trono del máximo prestigio y depositaba en ellos casi todas sus esperanzas. Se pensaba que en pocos años las ciencias resolverían nuestros problemas vitales de salud, de alimentación, de comunicación, de pobreza, de control de las fuerzas trágicas de la naturaleza, etc.

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Las aplicaciones de algunos descubrimientos sorprendentes relacionados con la ingeniería genética y el uso de ciertas tecnologías para acrecentar la producción de bienes y servicios han puesto en crisis ese optimismo triunfalista. Ahora también se les tiene miedo.
Es cierto que las ciencias y las tecnologías nos están ofreciendo nuevas y muchas posibilidades para alargar la vida y mejorar su calidad, para conocer más la naturaleza de nuestro entorno próximo y hasta de nuestro entorno cósmico y ponerla a nuestro servicio. Pero también es cierto que el uso del saber científico no siempre ha respetado la dignidad de personas, los derechos humanos, ni siquiera el equilibro armónico y sistémico de la naturaleza y sus ecosistemas.
La falta de cultura científica, la debilidad e insuficiencia de la educación en el campo de las ciencias y la pobreza de las políticas públicas sobre el desarrollo científico del país dejan marginada y desamparada a la sociedad ante el poder creciente de las ciencias y de quienes las dominan y se las apropian. Con esta desigualdad de poderes, es difícil el diálogo democrático necesario entre ciencias y sociedad.

Aunque las sociedades de los países no desarrollados no tengamos posibilidades de participar en ese diálogo en los altos niveles del desarrollo científico y de las decisiones políticas de los países poderosos, sí tenemos derecho y obligación de exigir que las ciencias se pongan al servicio de todos los pueblos para satisfacer las necesidades de la humanidad. Si los científicos y los políticos quieren merecer el respeto de todos y el calificativo de humanos, deben asumir la responsabilidad y el compromiso ético de su esencial función social. Y, por supuesto, tenemos el derecho y la obligación de poner sobre la mesa la necesidad de nuestro propio diálogo a nivel nacional entre científicos y políticos locales con el resto de la sociedad, la sociedad civil, para promover nuestro propio desarrollo científico al servicio de todos los ciudadanos.

El actual desarrollo de las ciencias en el mundo acrecienta la desigualdad socioeconómica, porque el uso del saber científico beneficia acumulativamente a los que más tienen y deja atrás, cada día a más distancia, a las mayorías empobrecidas. Por eso los científicos de las ciencias naturales y de las ciencias sociales tienen que preguntarse, investigar y ofrecer soluciones sobre cómo se va a resolver el problema de los cinco mil millones de pobres que el mundo tendrá dentro de veinte años, si no cambian las políticas científicas, culturales, sociales y económicas.

El virus de la violencia está enfermando a las sociedades de todo el mundo. Parecía que la lección de la terrible Segunda Guerra Mundial había vacunado contra los abusos de poder y las injustas y atropelladoras violencias fatales, pero, lamentablemente, la pasión por la violencia se ha contagiado a la mayoría de los países del primer, segundo, tercer y cuarto mundo. Los científicos de ciencias sociales y naturales deben poner sus conocimientos al servicio de la paz. Un mundo con tantos focos de guerras, guerrillas, terrorismo, fundamentalismos, imperialismos, industrias para matar, delincuencia, manipulación y hasta esclavitudes no es viable y a nadie le conviene, porque destruye la vida y siembra la muerte.

La sociedad financia directa o indirectamente a las ciencias y tiene derecho a esperar de ellas y de los científicos los beneficios derivados de sus investigaciones. El primer beneficio es la producción de nuevos conocimientos, que a su vez alimentan no solo el desarrollo científico, sino sobre todo el desarrollo cultural, biológico, social y económico.

Para que las ciencias estén al servicio de la sociedad, el Gobierno, la sociedad civil y el sector de la producción tienen que asumir a su vez el compromiso de apoyar eficazmente la cultura y la educación en ciencias, la investigación y el desarrollo científico.
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