Frailes recordaron su consagración

Los sacerdotes José Luis Salas y Absalón Portillo celebraron 60 y 37 años de consagración sacerdotal dentro de la familia franciscana. Los dos religiosos tienen una larga trayectoria de servicio a los pobres tal como enseñó el fundador de la congregación, Francisco de Asís.

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El padre Salas nació el 24 de octubre de 1930 en España y fue ordenado sacerdote el 3 de marzo de 1955. Llegó al Paraguay en 1959. Primero fue destinado a un seminario que tenía la congregación y luego al Leprocomio Santa Isabel, de Sapucái, donde estuvo ocho años. “Era tímido. Allí me agrandé e introduje varios cambios. Decidí humanizar aquel lugar. En la capilla había una verja divisoria de sanos y de enfermos. Mandé derribarla y la llevamos a Sapucái. Allí hicieron de los hierros un confesionario que aun está allá”, indicó.

Salas dijo que vale la pena ser sacerdote, pero que la vida consagrada ya debe tener ciertos retoques, porque la época pasada es diferente a la actual. Considera que la nueva conducción en el Vaticano está trabajando en una Iglesia renovada.

“El sacerdote debe estar con los pobres y no en las oficinas. Yo estuve en la Chacarita, en el barrio Nuestra Señora de la Asunción. Allí se luchó por la tierra y esos pobladores ahora están allá. Hay que trabajar en equipo en la enseñanza de la catequesis y para estar con los jóvenes”, resaltó.

El padre Absalón Portillo nació el 2 de marzo de 1951 en Villarrica. Fue ordenado sacerdote el 5 de marzo de 1978. Actualmente tiene 37 años de sacerdocio.

Recordó que en marzo de 1988, estando en Roma, había solicitado celebrar una misa con Juan Pablo II, y a los pocos días fue llamado para concelebrarla.

“Acompañé al papa en esa misa. Hablé incluso con el pontífice y cuando le dije que era de Paraguay, me dijo que estaba por venir aquí. El papa vino aquí en mayo de 1988, luego a mi retorno estuve en Guarambaré y Villarrica”, indicó.

Preguntado sobre qué pide a los jóvenes, indicó que deben hacer su camino, porque siempre hay algo que descubrir.

“Yo hice mi camino. Soy feliz con mi vocación porque siempre estuve cerca de las personas más necesitadas. La gente valora mucho al sacerdote cuando le acompaña en la alegría y en la tristeza. Los jóvenes deben contactar con la gente y no cerrarse. Allí van a descubrir muchos valores, incluso una vocación de servicio para la sociedad”, concluyó.

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