Fervor religioso en Viernes Santo con los estacioneros

Como todos los años, la presencia de los estacioneros marcó la celebración de la Pasión y Muerte de Jesucristo en la ciudad de Ñemby. Miles de fieles acudieron a participar de la liturgia de la palabra presidida esta vez por monseñor Mislav Hodzic, secretario de la Nunciatura Apostólica en Paraguay, y el cura párroco local Tadeo Brzuszek.

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La conmemoración comenzó al mediodía con un vía crucis por las calles aledañas a la iglesia, actualmente en refacción. Luego empezaron a llegar los grupos de estacioneros. Este año estuvieron los de la capilla Inmaculada Concepción de María, de Cañadita, y dos grupos –uno de jóvenes y otro de adultos– de la Sociedad Católica Amparo Seguro de los Cristianos de la Compañía Rincón.

Tras la celebración de las Siete Palabras se realizó la Liturgia de la Palabra, a cargo de Mons. Mislav Hodzic, quien en su mensaje invitó a los fieles a “acordarse de Jesús” en todo momento, tal como le había pedido uno de los que fueron crucificados con él.

“No podemos no preguntarnos una vida tan santa, más santa de todas las vidas humanas ¿debía terminar así?” se preguntó al mencionar que la crucifixión de Cristo ha sido el acto de “injusticia más grande que se ha vivido en toda la historia de la humanidad”.

Dijo que Jesús solo se pasó haciendo el bien al extremo, a ricos y pobres, a judíos –sus connacionales– y extranjeros. “¿Debía terminar su vida terrena así, de esta manera tan vergonzosa, con ultrajes, humillado, dejado y abandonado y entregado por sus mismos discípulos... Nos preguntamos por qué? Él, que vivió para mostrarnos el rostro misericordioso del Padre, termina su vida en la cruz, solo, sufrido, lleno de llagas”.

Agregó que todos queremos justicia y necesitamos justicia en nuestra sociedad y el mundo. Y el porqué del sufrimiento de Cristo es algo que toca nuestras vidas, porque “fue herido por nuestras faltas, molido por nuestras culpas. Soportó el castigo que nos regenera y fuimos curados por sus heridas. Esa es la justicia de Dios y no humana”.

La multitud participó por tres horas de la conmemoración que concluyó con el tupãitû hacia las 17:00.

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