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ACAHAY, Paraguarí (Aldo Lezcano, corresponsal). En el barrio 15 de Agosto de esta ciudad, ubicada a 104 kilómetros de la capital del país, vive el héroe de la patria Enrique Caballero.
Aunque su cumpleaños número 100 fue el 15 de julio último, la fiesta para celebrarlo fue realizada recién el domingo, a pedido del cumpleañero, en su domicilio. Su esposa se llama María Andresa Viveros y tiene 95 años. Ella ya no ve y se mueve con dificultades. “Ha’éko ya iguãiguíma ha hasypáma” (ella ya es vieja y enferma), dijo el veterano de la contienda chaqueña.
A la celebración asistieron sus familiares y vecinos, entre ellos sus amigos el sacerdote redentorista Alejo Insfrán y el coronel de Estado Mayor (SR) Cándido Benítez.
Después de la actuación de algunos grupos y artistas, como la bandita de la Guarnición Militar de Paraguarí, el padre Alejo realizó una celebración litúrgica por el cumpleaños y regaló un rosario al homenajeado.
Acto seguido, el excombatiente Enrique Caballero fue a verificar personalmente la preparación del asado y posteriormente comentó sus anécdotas guerreras. Conversó por varios minutos con el coronel Benítez.
Se le vio muy lúcido y coherente al agasajado, y hasta dijo que utiliza el bastón “solamente para espantar animales”.
Según los documentos, Enrique nació el 15 de julio de 1915 en Acahay. Se casó hace 78 años, tuvo 11 hijos, (cuatro ya murieron), 63 nietos, 114 bisnietos y 8 tataranietos.
Historia guerrera
Enrique explicó que, estando en cumplimiento del servicio militar obligatorio en Campo Grande, se inició la guerra. Peleó en Boquerón, donde empezó la contienda, y relató al respecto: “Ya cuando teníamos por perdida la batalla, con mi pelotón reaccionamos y atropellamos, en una lucha fulminante que terminó el 29 de setiembre”.
Historió que la guerra fue muy cruenta y que hubo demasiadas pérdidas humanas. Refirió que estando en Cañada Strongest en 1934 fue herido de un balazo en la columna vertebral y que el proyectil nunca fue sacado. Aún recuerda que un teniente fue sorprendido por la muerte cuando trataba de levantarlo.
“Creyeron que estaba muerto y me abandonaron, pedí en mi interior auxilio a la Virgen de Caacupé y tres días después fui ubicado mediante las moscas por soldados bolivianos, cuando estaba por morir de las gusaneras y la sed”, expresó.
Luego pensó unos segundos y refirió que pareciera que falta patriotismo en la actualidad, pero que él está dispuesto a seguir empuñando el arma si la patria necesita.
Retomada la línea de la conversación sobre el conflicto bélico, mencionó que estuvo 23 días internado en un hospital boliviano y que al salir de alta ya le dieron un pico para remover piedras en una cantera, pese a estar muy pálido y con herida sangrante.
Además, estando prisionero sufrió dolor y hambre, por lo que tuvo que comer carne de gato y de perro, señaló.
Comentó que lo peor fue comer carne de perro y que varios murieron de frío, pues vivieron prácticamente desnudos. Volvió al país en 1936, un año después de la firma del Tratado de la Paz del Chaco, cuando fue beneficiado con el trueque de prisioneros con Bolivia.