Estas piedras salían de Tacumbú

La actual Avda. Artigas, bautizada en tiempos de Carlos A. López como “Calle de los Arroyos”, guarda bajo la capa de asfalto vestigios de las enormes piedras basálticas extraídas del Cerro Tacumbú. Si bien la explotación de este promontorio trajo progreso al permitir el pavimento de las calles, también acabó con un paisaje natural de la “Madre de Ciudades”.

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El reemplazo de cañerías en la Avda. Artigas puso al descubierto varios capítulos de la historia de nuestra ciudad desde los tiempos de la conquista y colonización.

Era el “Camino Real” que conducía hacia el norte, al valle del Tapuá, hoy Limpio. “Fue el primer camino que salía del poblado que era la ciudad hasta el valle del Tapuá, donde Martínez de Irala tenía a uno de sus parientes más fuertes que era el cacique Moquirase, que luego se llamó Juan de Salazar, porque cuando le bautizaron en la religión cristiana, los caciques especialmente se atribuían nombres de personajes importantes”, dice el Arq. Jorge Rubiani.

En los tiempos de Carlos A. López, la zona de Santísima Trinidad ya era cabecera de distrito y el Jardín Botánico era parte del mismo. Según Osvaldo Kallsen, fue López quien el 1° de abril de 1849 puso el nombre de “Calle de los Arroyos” a “la que sale para el mercado de ganado, en el departamento norte de la Recoleta”.

Toda la zona era un gran arenal atravesado por arroyos y la Vía Férrea se construyó en forma paralela al viejo camino real que se llamó Venezuela en 1926. Recién en 1940 tomó su nombre actual en homenaje al prócer uruguayo José Gervasio Artigas, pues terminaba en su solar del Jardín Botánico.

Rubiani cita que muchos enclaves originados alrededor de la Avda. Artigas tienen un gran valor histórico. “De hecho, tuve la oportunidad de ver algunos de los títulos más antiguos y pertenecieron a directivos del Ferrocarril como Louis Patrick, uno de los dueños de los linderos prácticamente de Perú hasta el Botánico. Antes estaba la quinta de José Berges, con la actual OFAT (ex Oficina Fiscalizadora de Algodón y Tabaco)”.

Después de la Guerra contra la Triple Alianza, se realizaron las primeras concesiones para el pavimento tipo empedrado de las calles de Asunción, todas con basalto extraído del Cerro Tacumbú.

“Se hacían con enormes piedras traídas en carretas, que probablemente a falta de instrumentos tecnológicos adecuados ya no se partían y se utilizaban directamente”, cuenta Rubiani.

En esa época también se utilizaba una guía de enormes piedras en medio y los costados o bocacalles para ir completando con fragmentos más pequeños. “Todo esto posteriormente recibía un baño de arena y finalmente se introducían entre las piedras que quedaban sin argamasa y solamente por rozamiento quedaban bien compactos”.

Las primeras calles en ser empedradas –menciona– eran las planas, dado que era muy difícil empedrar las arribadas porque al final el raudal se llevaba el colchón de tierra que tenían y las piedras se iban desmoronando hacia abajo. Por esta razón se fueron pavimentando las arterias de mayor desarrollo inmobiliario o comercial.

La explotación del Cerro Tacumbú para extracción de basalto comienza durante el gobierno de Salvador Jovellanos (1871-1874), en la etapa de la Reconstrucción Nacional. La concesión fue dada al italiano Francisco Terlizzi para la pavimentación de las calles de Asunción con piedras extraídas de la cantera. Luego pasó a Luigi Bazzano y otros. La práctica continuó hasta los años 90, cuando se retiraron del lugar las últimas maquinarias.

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