En carne propia

Arnaldo Maidana Elizeche tiene 30 años y enfrenta una dura batalla: recuperarse completamente de su adicción a las drogas. Empezó fumando marihuana a los 14 años, dejó por muchos años pero después recayó hasta llegar a lo que llama la peor pesadilla: el crack. “Quiero reescribir mi vida, mi historia, no es fácil pero espero lograrlo con la ayuda de mi familia, que siempre estuvo a mi lado”.

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Nadie lo conoce como Arnaldo, es “Maic” para todos. Supimos de él por una mensaje que escribió, donde relataba cómo regresaba del abismo. Proveniente de familia de clase media trabajadora, nos detalla sin tapujos: “Mi mamá era dominante y castradora (mi abuela lo fue con ella), nunca permitió que mi papá compartiera la autoridad. Yo la quise mucho pero también peleaba porque me asfixiaba. Murió de cáncer hace 4 años”. Mellizo con otro varón, tiene además 3 hermanas. Salvo su hermano (vive en España) y su padre que se mudó con su nueva esposa, continúan todos en la casa familiar. “Tuve una infancia complicada, hoy lucho por superar mis fantasmas”. Maic dice que después de leer Edipo Rey comprendió cosas que a él le pasaban: “Soy el hijo de Edipo Rey –dice con una sonrisa–”.

–Ubicanos en tu vida.

–Terminé el 6º curso e intenté estudiar psicología, pero dejé por mi inseguridad, miedos. Aunque mi papá vivía con nosotros, sufrí su ausencia. Me crié yendo al catecismo y a la iglesia porque mi mamá quería. Yo quería estudiar piano, teatro, canto, pero mi mamá no me dejaba. Trabajé desde chiquito, teníamos un almacén.

–¿Cómo te ves en esos años de niño?

–Sumiso, maltratado, con la autoestima por el suelo. Al principio ni me defendía de las botellas que me tiraba mi mamá. Tenía 10 años cuando empecé a sentir que me estaba poniendo feo. Hoy a los 30 me siento vacío en muchos aspectos. Me gusta el arte, pero leo un poema y no soy capaz de explicarlo. De todas maneras, amo el teatro, tomé cursos, fui extra en Luna de Cigarras y Felices los que lloran.

–¿En qué trabajás?

–Soy vendedor de calle, vendo bijou para mujeres; me va bien porque conozco el alma femenina, tengo la esencia.

–Me comentabas que tomaste cursos independientes.

–Sí, teología bíblica y un taller sobre cómo redactar oraciones. Sigo pensando en retomar psicología, porque quiero acabar con las distorsiones que tengo en la mente.

–¿Cómo te iniciaste en la adicción?

–Empecé fumando marihuana a los 14 años, después dejé por años. En el 2012 había tenido una relación con un artista, alguien de gran magnitud, y sentí que ante él yo solo era un vendedor de calle. Cuando lo conocí ya había empezado a escribir sobre mis temores y mi soledad.

–Escribir es sanador.

–Una vez estaba mal y llamé al programa radial de Miguel Ángel Ceballos, él lee unas reflexiones maravillosas y le dije: “Soy gay, soy adicto, necesito algo que me ayude. Leo la Biblia pero nada. Quiero una linda música y la mejor reflexión”.

–¿Eso te ayudó?

(Saca el celular y pone la grabación de aquella lectura que le dedicó el locutor. Se emociona): “La depresión es una mezcla de amargura, impotencia, tristeza, nos puede surgir por palabras que no dijimos, personas que no perdonamos, pérdidas, traiciones, rechazos, culpas, maltratos y frustración, entre otras cosas. Pero hay esperanza. Todas las sensaciones que padecemos son para ser atravesadas, fuimos creados para sentir y es por eso que no podemos evitarlo. Sin embargo, eso no significa que debamos estancarnos en esas emociones destructivas, son momentáneas. Algunos motivos que generan depresión y consejos para vencerla: expresar nuestro dolor en palabras, para poder darle salida a las emociones destructivas. Debes comenzar a poner todo tu dolor y conflictos en palabras. Cerrar el pasado. Perdonarnos y perdonar. Ser libres de la falsa culpa…” A partir de ese día empecé a escribir. (*Maic compartió con nosotros sus escritos de puño y letra, cuadernos y más cuadernos, en los cuales narra sus sensaciones y sentimientos más profundos).

–¿La relación sentimental con el artista precipitó tu caída en el crack?

–Sí, estaba tan inseguro que pensé cómo sería una relación con drogas. Tenía amigos que fumaban, pero no se drogaban mal. Yo inicié con marihuana, seguí con cloruro de etilo, cola de zapatero, popper, LSD, crack… hasta crack con caña probé.

–¿En cuánto tiempo fuiste “subiendo”?

–Tres años. El crack fue demoledor, la autodestrucción, la muerte. Tosía y se me movía el riñón, el hígado. Escupía sangre, me quedaron los ojos y la piel amarillos. Cuando escribía bajo sus efectos, (ahí fue cuando empecé a leer a Alejandra Pizarnik) solo hablaba de suicidio y miseria, todo estaba oscuro.

–¿Y tu familia?

–Estuvieron a mi lado, no me abandonaron como ciertos amigos que me dejaron cuando más los necesité. Me dolió principalmente hacer sufrir a mis sobrinos, a quienes quiero y siempre respeté. No tenía idea de lo que hice sufrir a mi familia. Hace poco la jefa de mi hermana me comentó: “Tu hermana me contó llorando lo que te pasaba, que te habías perdido en las drogas”. Pasa que los que no se drogan creen que de la droga no se sale.

–¿Ya no hay temor de volver a caer?

–Al crack le tengo terror. Por ahí fumo marihuana cuando no tengo que viajar para comprar mercadería. Me pongo metas cortas; lo bueno de dejar las drogas es que asumís un compromiso con vos mismo.

–¿Cómo describís internamente el efecto de las drogas?

–La droga en sí te lleva a verte haciendo lo que querés, a ser como querés: un héroe, un triunfador, libre, pero al volver a la realidad la caída es cada vez más fuerte y demoledora; te sentís la peor basura del mundo.

–¿Qué explicación le das a tu recuperación?

–Dios. Él me salvó. Leo mucho, me enamoré de los evangelios de Lucas y Juan. Quiero aclararte que no me gusta la Iglesia Católica, pero reconozco que los franciscanos capuchinos (a quienes acudí) ayudan muchísimo a los drogadictos. Sí, también fui al psicólogo pero no me gustó. Yo tuve una experiencia en carne viva, propia, muy diferente a un sueño místico.

–¿Qué te deprimiría hoy?

Intentar y no lograr entrar a la facultad, creo que me haría sentir lo que me decían cuando era chico: “Un burro”. Todavía tengo secuelas de ese tiempo y ahora le sumo las causadas por las drogas: mis nervios que explotan con facilidad y la falta de concentración.

–Las palabras te ayudaron mucho, ¿cómo cerrarías esta nota y este momento?

–Sé que algunos van a decir que soy un loco para ventilar todo esto, no sé si mi historia le servirá a alguien, pero nunca negaría lo que me pasó. Quiero disfrutar de ser el protagonista de mi vida, de saber cómo reconstruirme, de gozar el poder decir que no. Ahora me siento vanidoso, orgulloso hasta de lo mínimo que logro cada día. En esta Navidad, agradezco a Dios porque pasó lo que nunca pensé que iba a pasar: me reencontré con mi padre, me mimó, me comprendió. Nada más.

lperalta@abc.com.py

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