Cargando...
Ingreso al aula del pre escolar, y quedo pasmada al ver la disposición de juguetes y objetos educativos. A la izquierda, muñecas, cocinas, bebés de peluche, escobitas, palitas para recoger basura, mesitas de planchar, para las nenas.
A la derecha, pelotas, autos, bloques para armar, piezas de madera, kits de carpintero, algún equipo de ciencia, para los varones.
Fue un trago difícil de sobrellevar.
¿Le llegó a pasar a usted? ¿Sus hijas e hijos vivieron algo similar?
Hoy –11 de febrero– se conmemora el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Al parecer de la Dra. Antonieta Rojas de Arias, primera presidenta (mujer) de la Sociedad Científica del Paraguay, es prioritario romper con las barreras culturales, educativas, y con los estereotipos. Y sugiere: “En Paraguay las mujeres científicas deberían comenzar a contar sus historias. Serán sin lugar a dudas una fuente de inspiración invaluable”.
Recuerda que resulta fundamental invertir “ahora y sin pausa, ya que a Paraguay le favorece el bono demográfico. De lo contrario nos costará mucho salir del fondo del pozo”.
Y sépase que en el país hay numerosas mujeres dedicadas a la ciencia, aunque ello no sea tan difundido o conocido.
A nivel local, son mujeres más del 50% de los investigadores categorizados en el programa al Incentivo del Investigador (PRONII), recuerdan la Dra. de Arias y la psicopedagoga Liú Ficorilli (de Espacios de Ser).
A nivel mundial, las estadísticas definen que el 60% de las mujeres culmina sus carreras profesionales, aunque solo llegan a carreras científicas con altos cargos en un 20% de los casos.
Romper con esos frenos culturales, educativos, sociales, es la sugerencia tanto de ambas entrevistadas como de la bióloga de plantas Claudia Rodríguez, quien es coordinadora del Benjamín Franklin Science Corner, grupo científico que funciona con el apoyo de la Embajada de los Estados Unidos y de la Sociedad Científica del Paraguay.
Afirma la Dra. de Arias que recordar el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia –gracias a una iniciativa de las Naciones Unidas– “es una manera de demostrar la desigualdad existente en el campo de las ciencias, y de fortalecer las iniciativas que se puedan llevar a cabo para revertir esta situación”.
Y subraya: “Las mujeres somos invisibles en la ciencia, no porque no se trabaje en ciencia, sino porque los cánones culturales nos postergan, y porque también nosotras mismas lo hacemos”. De forma similar opinan tanto Claudia como Liú.
La bióloga de plantas primero concluyó el profesorado en danza paraguaya y clásica. En EE.UU., estudiando inglés y ciencias, eligió otro camino, la carrera que hoy ejerce desde el Science Corner, con jóvenes voluntarios, quienes manejan indistintamente el inglés y el castellano, mientras realizan experimentos, y se capacitan en temas relativos al agua, la contaminación, dengue, zica, etc., pues luego tendrán la tarea de transmitir sus conocimientos a educadores del país.
“Muchas veces en las propias casas no se nos dan las oportunidades. ¿Dónde uno puede hallarlas, para hacer ciencia?”, reflexiona, e informa que en el Science Corner se han formado grupos científicos específicamente para niñas, donde ellas, sin dudas se destacan.
Ocurre lo mismo en Espacios de ser –remarca Liú– donde las pequeñas aprenden sobre programación, robótica, sortean desafíos y logran superar numerosas metas, incluso en competencias internacionales. A nivel personal, Liú comenta que cuando su madre y su hermano le propusieron la robótica como tarea, primero pensó “no me dará el cuero”. Ahí recibí un akãpete de mi hermano Giampaolo, quien me respondió: “Cómo no te va a dar el cuero. Te va a dar la cabeza, el cuero, todo”.
cmedina@abc.com.py