El triunfo, la pasión y muerte

La Semana Santa es inaugurada por el Domingo de Ramos, en el que se celebran las dos caras centrales del misterio pascual: la vida o el triunfo, mediante la procesión de ramos en honor de Cristo Rey, y la muerte o el fracaso, con la lectura de la Pasión correspondiente a los evangelios sinópticos.

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Un poco de historia

Desde el siglo V se celebraba en Jerusalén con una procesión la entrada de Jesús en la Ciudad Santa, poco antes de ser crucificado. Debido a las dos caras que tiene este día, se denomina “Domingo de Ramos” o “Domingo de Pasión”.

El Domingo de Ramos comprende dos celebraciones:

la procesión de ramos

la eucaristía.

Lo que importa en la primera parte no es el ramo bendito, sino la celebración del triunfo de Jesús. A ser posible, debe comenzar el acto en una iglesia secundaria, para dar lugar al simbolismo de la entrada en Jerusalén, representada por el templo principal.

A la procesión sigue inmediatamente la eucaristía. Del aspecto glorioso de los Ramos pasamos al doloroso de la Pasión. Esta transición no se deduce solo del modo histórico en que transcurrieron los hechos, sino porque el triunfo de Jesús en el Domingo de Ramos es signo de su triunfo definitivo. Los ramos nos muestran que Jesús va a sufrir, pero como vencedor; va a morir, mas para resucitar.

En resumen, el Domingo de Ramos es inauguración de la Pascua, o paso de las tinieblas a la luz, de la humillación a la gloria, del pecado a la gracia y de la muerte a la vida. San Lucas no habla de olivos ni palmas, sino de gente que iba alfombrando el camino con sus vestidos, como se recibe a un Rey, gente que gritaba: “Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto”.

Palabras con una extraña evocación de las mismas que anunciaron el nacimiento del Señor en Belén a los más humildes.

Jerusalén y Roma

Jerusalén, desde el siglo IV, en el esplendor de su vida litúrgica celebraba este momento con una procesión multitudinaria. Y la cosa gustó tanto a los peregrinos que occidente dejó plasmada en esta procesión de ramos una de las más bellas celebraciones de la Semana Santa.

Con la liturgia de Roma, por otro lado, entramos en la Pasión y anticipamos la proclamación del misterio, con un gran contraste entre el camino triunfante del Cristo del Domingo de Ramos y el Vía Crucis de los días santos. Sin embargo, son las últimas palabras de Jesús en el madero la nueva semilla que debe empujar el remo evangelizador de la Iglesia en el mundo. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

Este es el evangelio, esta la nueva noticia, el contenido de la nueva evangelización. Desde una paradoja este mundo que parece tan autónomo necesita que se le anuncie el misterio de la debilidad de nuestro Dios en la que se demuestra el culmen de su amor. Como lo anunciaron los primeros cristianos con estas narraciones largas y detallistas de la pasión de Jesús.

Era el anuncio del amor de un Dios que baja con nosotros hasta el abismo de lo que no tiene sentido, del pecado y de la muerte, del absurdo grito de Jesús en su abandono y en su confianza extrema. Era un anuncio al mundo pagano tanto más realista cuanto con él se podía medir la fuerza de la Resurrección.

La liturgia de las palmas anticipa en este domingo, llamado Pascua florida, el triunfo de la resurrección; mientras que la lectura de la Pasión nos invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo el Señor.

¿Por qué el olivo?

El olivo es un árbol característico y muy propio de la zona donde vivió Jesús. Recordemos que un pasaje bíblico testimonia que Él oró y meditó en el huerto de los olivos (San Lucas 22,39-46) y que este árbol aparece también en el Antiguo Testamento, como por ejemplo en el relato del Diluvio y el arca de Noé (Génesis 8, 11). Fue por ello entonces que el pueblo de Jerusalén celebró la entrada de Jesús saliendo a su encuentro y dando homenajes en aquel entonces como un rey con palmas, cantos y levantando ramos de olivo a su paso.

El papa Francisco entre nosotros

Así como Jesús llega a Jerusalén y sus discípulos lo reciben con tanto fervor, tanto entusiasmo, el papa Francisco está llegando a nuestra tierra paraguaya. El fervor y el entusiasmo de tantas personas afloran a flor de piel. De todos los lugares se acercan jóvenes deseosos de ayudar como servidores, de acompañar el paso que hará Francisco entre nosotros. Como esas ramas de olivos, miles de formas de entonar la alegría del encuentro con quien representa a la unidad de la Iglesia entre los cristianos, principalmente, entre los católicos. Pero, como en aquel tiempo, ya desde que hubo rumores de la venida de un hombre que busca paz, transmitir alegría y devolver la confianza a tantas personas que, por uno u otro motivo, se han alejado del camino de Dios, otras personas se introducen en las filas, como en las narraciones evangélicas, significando a esas muchedumbres que ponen obstáculos a la verdadera llegada de Jesús al corazón del hombre.

Domingo de Ramos es aclamación a Jesús, a su persona que trae consigo nada más y nada menos que a Dios, el Mesías Salvador en su persona. Francisco, como vicario del Cristo vivo entre los hombres de nuestro tiempo, quiere dejar para todo el pueblo paraguayo un aliento de vida para seguir luchando por un Paraguay más solidario y cristiano.

Los últimos momentos de Jesús

Durante esta semana los cristianos recuerdan los inicios del cristianismo y la culminación de la vida terrenal de Jesús.

Cada día de la semana se conmemoran los sucesos de aquella época.

Lunes Santo: Jesús vuelve a Jerusalén y se dirige al templo, pero lo encuentra convertido en un mercado.

Jesús se enfrenta a los vendedores y los echa del lugar, enseñándoles que se trata de un lugar sagrado al que había que respetar, un lugar donde se iba a rendir culto.

Martes Santo: Es el día en el que Jesús anuncia su muerte, causando un gran pesar ante sus discípulos.

Miércoles Santo: Recuerda el momento en el que Judas, uno de los doce discípulos del Señor, se pone de acuerdo con los enemigos de Jesús y se ofrece a entregarlo a cambio de 30 monedas de plata.

Jueves Santo: La Iglesia Católica conmemora la Eucaristía en la Última Cena de Cristo. Esa misma noche Jesús es entregado por Judas y puesto en prisión.

Viernes Santo: Luego de su encarcelamiento, Jesús es sometido a un juicio y torturado. Recibe la corona de espinas sobre su cabeza y le cargan la cruz. Así recorre la ciudad de Jerusalén. Al mediodía es crucificado.

Sábado Santo: Jesús permanece en el sepulcro. En la Vigilia Pascual los fieles siguen a la espera, con la esperanza de la resurrección.

Domingo de Resurrección: El Domingo de Pascua es el día, para los cristianos, de la resurrección, en el que Jesús sale de su sepulcro.

victorluisc@hotmail.com

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