El transmisor morse era como internet en la guerra

Cuando le sorprendió la Guerra del Chaco, Mario Albino Ortiz Ramírez tenía 16 años. Abandonó su escuela para formarse como radioperador y telegrafista y, como tal, se desempeñó durante toda la contienda. Hoy rememora que las comunicaciones fueron vitales para la victoria paraguaya. “El transmisor morse era como nuestro internet”, dice, y se lamenta porque, “a 72 años del protocolo, todavía no tenemos paz los paraguayos ni los bolivianos”. Su relato fluye como una clase magistral de la historia de un conflicto bélico “estúpido”. Con 92 años a cuestas, don Mario mantiene una mente lúcida, porque recuerda nombres, fechas y hechos en la punta de la lengua. Todas las tardes se sienta ante su transmisor de radioaficionado para comunicarse con gente de todo el mundo.

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La globalización no es una cuestión ajena a este nonagenario hombre sobreviviente de la Guerra del Chaco, quien asegura que los jóvenes deben conocer los hechos y no solo rendir un homenaje a sus héroes cada 12 de junio. Fue el encargado de las comunicaciones en el Tercer Cuerpo de Ejército, a cargo del Cnel. Luis Irrazábal.

–¿Cuándo lo sorprendió la Guerra del Chaco?

Tenía 16 años. Yo era muy alto y empezaban los reclutamientos del Ejército. Mis padres me llevaron a la Marina, cerca de Garibaldi. El Gobierno pidió al Comando se haga cargo de las Comunicaciones porque estábamos muy pobres, muy abandonados en eso. El Cap. Manuel Toribio Aponte fue el que organizó la Escuela de Radio.

–¿Cómo lo hizo?

–Llamó a técnicos de radio particulares, entre ellos Alfonso Sá, Salvador Guanes, Luciano Ubaldi, Majín Ruiz Díaz y el italiano José Faraone, que llegó en el cañonero Humaitá, y diseñaron un equipo económico y portátil. La potencia máxima de salida de antena bien calibrada era un vatio. Imagínese ¡un vatio!, cuando hoy se habla de 100 ó 1.000 kilovatios. Se eligió la frecuencia de 6.100 kilociclos, que vienen a ser unos 49 metros. Pero la atmósfera en esa época estaba limpia y no había interferencias porque no había muchas estaciones. La alimentación se hacía con pilas dobles, muy pesadas, que sumaban 225 voltios. Se transportaba sobre mulas o en carretas hasta nuestra ubicación. Estuve en toda la zona del Pilcomayo, empezando por General Bruguez, pasando por Sorpresa Vieja, donde murió Rojas Silva, hasta Villamontes. Me fui como radiotelegrafista, luego fui jefe y volví hecho un buen profesional.

–¿Cuál era el trabajo que hacían?

–Recibíamos las órdenes del Comando en castellano, teníamos tablas para cifrar en letras y números. Esto tiene su tiempo de demora y, a veces, por la urgencia no podíamos demorar y cifrábamos en guaraní figurado.

–¿Un caso específico?

–Recuerdo que se estaba combatiendo intensamente en los alrededores de Gondra y el ministro de guerra, Dr. Víctor Rojas, tenía que informarle permanentemente a Estigarribia de la lucha. Entonces, le ordena al Cnel. Manuel Garay redactar un telegrama y me hace en guaraní. El mensaje era el siguiente: “Che rembireko réra ñúme lo mitã oyeroky hína, ha iporã la porte. Ko’êtî yave iporãvéta porque los avaí ombovútama camisá lomo”. Quería decir: “Se está combatiendo intensamente en Campo Aceval (resulta que Garay estaba casado con una señora de apellido Aceval) en forma favorable. Al amanecer, vamos a estar mejor porque el enemigo se va a replegar”.

–¿Quién interpretaba los mensajes?

–Los interpretábamos nosotros, Estigarribia y Víctor Rojas. Todos los del servicio de comunicaciones y luego transmitíamos. Cuando terminábamos de dar el parte seguíamos pendientes, escuchando las estaciones bolivianas para ver qué es lo que ellos decían. Pasábamos por criptografía porque teníamos sus claves, así como ellos habrán tenido las nuestras. Pero el guaraní figurado nos ayudó bastante porque ellos tenían a gente de Santa Cruz que hablaba guaraní y nos podrían entender.

–¿Eso es lo que les llevó al éxito?

–Las comunicaciones fueron el ojo y el oído de nuestro Comando. Muchas batallas se ganaron porque se sabía el movimiento del enemigo.

–¿Algún ejemplo concreto?

–En Campo Vía había dos divisiones, que estaban siendo acorraladas por orden del alemán-boliviano Hans Kundt, quien personalmente se dirigía a sus coroneles González Kim y Bánzer. Nosotros interceptábamos todos los mensajes en ambos sentidos. Así cayeron dos divisiones con 9.000 hombres con pertrechos y camiones. Eso por una parte. También recuerdo que vino una delegación europea (francesa) en plena guerra a visitar a Estigarribia y le preguntan: “General, ¿qué opina Ud. de la guerra, quién gana?”, y él les responde: “La guerra gana el que tenga mejor organizado su sistema de comunicaciones”. Pienso que tuvo razón porque territorialmente los bolivianos ya estaban aquí cerquita, frente a nosotros.

–¿Por qué cree que llegaron tan cerca?

–Creo que aprovecharon las revoluciones de las que no nos habíamos repuesto para venir sobre nosotros. Desde 1900 tuvimos revueltas. En 1904, para subir a los liberales, en 1908... En 1911, Albino Jara –al que tanto afecto tenía mi padre, que me encajó su nombre–, siendo ministro de Guerra, le saca al presidente y asume él. En 1912, con otra revolución, lo matan en Paraguarí y sube Schaerer. Hasta 1916 hubo otras y también en 1922 los saco mbyky contra los saco puku. Era un desastre, había saqueos y todo lo peor que se extendió a todo el territorio. Diez años después ya se vino la guerra sin que nos hayamos repuesto y los bolivianos nos vinieron encima. Ellos siempre empezaron con su expansión a manifestar que el Chaco era de ellos, pero nosotros teníamos los documentos y más antecedentes.

–¿Hasta dónde llegaban nuestros límites?

–Hice la primaria en la Escuela Artigas del Botánico. Cuando estudiábamos los límites del Paraguay, decíamos: Al norte, el río Otuquis o Negro y el río Parapití; al oeste, el Pilcomayo..., etc. Ya teníamos en la cabeza de mitã’i nuestros límites con Bolivia. Nunca nadie llegó hasta allí antes y los bolivianos desde 1905 empezaron a fundar fortines. En 1931 ya estaban en la zona del Estero Patiño, donde fundaron el Fortín Estero. Como no pudieron seguir bajando se internaron hacia adentro.

–¿El objetivo siempre fue el río Paraguay?

–Ellos querían llegar al río Paraguay y, si lo hubieran hecho, ya no los sacábamos nunca porque estaban apadrinados por la Standard Oil, por todo lo más poderoso de Norteamérica. Siempre buscaron el río. Por eso, atacaron Nanawa del 20 al 24 de enero de 1933 para llegar a Concepción y fueron rechazados. Después Toledo, donde estaba el Ferrocarril de Casado, para ir hasta Puerto Casado y se les rechazó. Esto fue del 23 de febrero al 11 de marzo de 1933. Pero no pudieron porque formamos como una protección del río a lo largo de 300 km.

–¿Lo que llaman línea de defensa?

–Era nuestra guerra de defensa que duró casi un año, durante todo el año 33. Y así vino nuestra primera gran victoria en Campo Vía, donde había 9.000 bolivianos, frente a 4.000 ó 5.000 hombres nuestros. Se les agarró a toditos y nos hicimos de armas modernas, muy livianas. Nosotros solo teníamos fusiles muy altos y pesados llamados “mataparaguayos”.

–¿Qué pasó después de Campo Vía?

–Luego vino la victoria de Cañada Tarija en 1934 y un revés nuestro en Strongest, donde cayeron 1.200 prisioneros nuestros. Otra división estaba a punto de caer, pero, felizmente, un grupo de 171 hombres al mando de Joel Estigarribia les cerró el camino a los bolivianos y los mantuvo cinco días. Después cayeron cuando ya no tenían nada que comer, ni balas, ni agua. Fue el único revés más grande que sufrimos. Luego siguió nuestra victoria de El Carmen el 16 de noviembre de 1934 cuando Estigarribia contrarrestó una ofensiva general de los bolivianos. Continuó con la victoria de Yrendague, el único lugar donde se encontró agua buena para tomar de un pozo que habían cavado los paraguayos. Siguieron varias otras victorias y luego empezó el avance del Segundo Cuerpo hasta el río Parapití.

–¿Por qué no se quedaron en el Parapití?

–Cruzamos y estuvimos allí dos días nomás porque los bolivianos, que se iban replegando, se concentraban y ya tenían 20.000 hombres rearmados. Tuvimos que replegarnos y ya empezaron las gestiones de paz. Estábamos en junio de 1935 y los bolivianos de nuevo empezaron a atacar desde Ravelo hasta Ingavi para salir por arriba al río Paraguay. Diplomáticamente buscaban la negociación, pero en el terreno buscaban la salida al río. Tuvimos otra gran victoria de la Sexta División y los diplomáticos firmaron en Buenos Aires el protocolo, con el que terminó la guerra.

–¿Con cuántas radios ganamos?

–Durante toda la guerra siempre estuve a cargo de las comunicaciones. Teníamos en todo el Chaco 80 equipos portátiles: en los tres Cuerpos de Ejército, nueve Divisiones, 24 Regimientos y en casi todos los fortines. Además, en Asunción había casas particulares desde donde se hacía guardia para escuchar a los bolivianos. De esa cantidad de equipos, Ud. sabe que a la fecha no puedo conseguir recuperar uno solo.

–Increíble como Ud. recuerda tanto...

–La guerra comenzó el 15 de junio de 1932, cuando la fuerza del Mayor Moscoso tomó Pitiantuta, Carlos A. López, y terminó el 14 de junio de 1935. Duró tres años menos un día: un total de 1.094 días.

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