“El teatro abre la mente”

La profesora Hedy González Frutos (73) charló con nosotros sobre el reciente reconocimiento que le otorgó el Centro Cultural El Cabildo. Emocionada y agradecida, se explayó sobre su gran amor por el teatro. “Fue un acto que reunió a otros maestros de arte, todo fluyó de manera maravillosa”.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2059

Cargando...

Maestros del Arte es una distinción nacional que se otorga a artistas e intelectuales por el Centro Cultural de la República El Cabildo, extensión del Congreso de la Nación. La actriz Hedy González Frutos comenta: “En ediciones anteriores condecoraron a María Elena Sachero y Margarita Irún. Y pensé ¿por qué a mí? Lo de María Elena me parece lógico, y Margarita es mucho más joven que yo; además, aunque siempre admiré sus obras, no soy amiga de Margarita Morselli. Acepté, claro que sí, sería una grosería no hacerlo cuando te envían una nota tan hermosa y todo está encabezado nada menos que por Osvaldo González Real, uno de nuestros últimos cerebros”. Todos los convocados recibieron un certificado y una medalla con su nombre y el año grabados. “Me acompañaron Alejandra Siquot y Diego Mongelós, amigos muy queridos y genuinos, porque yo no he ocupado ni ocuparé un cargo importante, no nací para eso”, asegura con una sonrisa. Hedy luce el cabello cortísimo con un llamativo mechón azul. “Después de la quimioterapia que enfrenté, contrariamente a lamentar la pérdida de cabello, me encantó estar pelada. ¡Me sentí tan libre!”.

–Cuéntenos sobre el acto.

–Jamás pensé que me iba a emocionar tanto. Apenas llegué, una senadora que no es oficialista (Esperanza Martínez) se acercó y me abrazó. Después avancé hacia donde teníamos que estar los condecorados. Desde ahí veo en primera fila a Ma. Elena Sachero, yo no la invité, pero ella fue por mí y se lo agradezco, la sigo considerando nuestra primera actriz, no hubo ni habrá otra con el mismo carisma.

–¿Cómo se sintió en ese momento?

–Estoy tan disminuida físicamente que los 4, 5 escaloncitos para llegar al escenario para mí eran el Himalaya. Así que le pedí a Juan Cancio que me ayudara. Me dijo: “¡Pero claro, Hedy!”, y le levanté el poncho para agarrarme de su brazo. Estaba nerviosísima; solo una vez me había pasado algo así, fue cuando me casé en Buenos Aires y tenía que entrar a la iglesia con mi padrino hasta el altar. Yo manejo la emoción en el escenario, pero en la vida real me cuesta.

–¿Habló o recitó?

–Hablé y recité. Me pidieron que recitara un poema y elegí “Loca”, de Manuel Ortiz Guerrero, uno de los poemas que más me gustan, esa metáfora de la mujer desnuda, que es su alma de poeta. Dediqué la mención a mi amigo, compañero y hermano de la resistencia en el escenario, Jorge Garbett, cuya muerte, en el momento más hermoso de su vida, nos sorprendió a todos. También se lo dediqué a mi padre, José Vicente González; tenía 5 años cuando la dictadura que nadie recuerda, la del Gral. Morínigo, me quitó a mi padre. Nunca nos entregaron el cuerpo, no pudimos hacer el duelo, pero tuve más papá que muchos que lo tuvieron todos los días en la mesa, porque él fue mi estrella, mi inspiración.

–Una vida dedicada al teatro tiene mucho para contar, pero ¿qué aporte mencionaría especialmente?

–Era muy joven, mi hija no tenía aún 40 días, cuando tomaba el colectivo e iba a San Lorenzo. Habíamos ido como 5 profesores para iniciar un instituto superior de arte, al primer mes los padres pagaron, al segundo no, por eso los demás profesores desistieron. Yo me quedé y fundé el Instituto Municipal de Arte Infantil (IMA) de la Escuela Municipal de Arte de San Lorenzo y el Departamento de Teatro del Instituto Superior de Bellas Artes.

–Marcó artísticamente a varios jóvenes de la época.

–En la Escuela Municipal de Arte de San Lorenzo tuve un grupo que nunca más pude conformar. Ninguno de ellos salió artista, todos son empresarios. Es que el teatro y la oratoria te dan desenvoltura y elegancia para toda la vida.

–Hoy suben obras todas las semanas, ¿cómo ve el teatro paraguayo?

–Veo con preocupación el futuro del teatro paraguayo. No hablo de la dramaturgia sino de los actores, hay muchas escuelas de una vez a la semana.

–Lo toman como un hobby.

–No, porque después se suben al escenario. No pueden enfrentar un teatro clásico porque nunca lo han dado. No saben lo que es un Shakespeare, una tragedia griega, un Chejov. ¿Quién tiene la culpa? Tenemos muchos profesores que no despiertan la conciencia y responsabilidad del alumno y, a la vez, alumnos que se conforman con lo que les damos cada 8 días. Hay que hacer los ejercicios de respiración, vocalización, dicción. No hacen y leen muy poco.

–Se dice que el público no apoya y por eso las artes nacionales no se desarrollan.

–Nada que ver, ahora hay mucho público para el teatro. Lamentablemente el teatro paraguayo se está quedando sin voces, Gustavo Calderini se fue, Jesús Pérez ya tiene sus años; Silvio Rodas, un gran actor, inteligentísimo y culto, pero le da al pucho que da miedo.

–¿Estamos faltos de talentos?

–Hay unos cuántos buenos porque traen de raza, otros porque tienen talento innato, pero los contamos con los dedos de una mano. El buen actor sabe responder a ese pequeño resortecito que hace click para sacar el personaje de adentro, porque maldades y virtudes las sacamos de adentro.

–¿En qué fue el teatro su gran maestro?

–¡Uy!, el teatro a mí me abrió la mente, yo era muy chata, por eso es un arte perseguido, porque en el buen teatro vos entrás y salís pensando aunque sea un milímetro diferente.

–¿Qué provoca su nombre hoy?

–Sentimientos encontrados, hay mucha gente que no me quiere, pero me es indiferente. Hay otra que me quiere. Me parece que es natural.

–¿Algo más como Maestra del Arte 2016?

–Quiero agradecer por la seriedad, el respeto, el profesionalismo, la organización que hubo. No sabía que había un grupo espléndido. Durante el acto, no llegué a llorar pero temblé y tuve muchos furcios. La emoción es traicionera.

lperalta@abc.com.py

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...