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Se han cumplido 35 años de la elección del llamado “Papa de la sonrisa”, el entonces patriarca de Venecia, Albino Luciano, el 26 de agosto de 1978, así como podemos observar en la portada de ABC Color de aquel histórico día. Se constituía en el primer pontífice de la historia que tendría la genialidad y creatividad de “combinar” dos nombres, llamándose así en honor de sus dos inmediatos predecesores, Juan XXIII –próximamente a ser canonizado por el papa Francisco– y el actual siervo de Dios, papa Paulo VI.
“No tengo la sabiduría del corazón del amado papa Juan ni la intelectualidad del llorado y recordado papa Paulo VI”, decía al pronunciar las primeras palabras ante el mundo, tras ser elegido. Quién se podría imaginar que a partir de allí lo tendríamos tan solo 33 días, “uno por cada año de Cristo sobre la tierra”.
Periodista
“De no haber sido sacerdote, me hubiera gustado ser periodista”, diría en una de las entrevistas que concedió siendo patriarca de Venecia, lo que revelaba la pasión y amor por la verdad que lo movían a ser siempre franco en sus expresiones y manifestaciones, también como pontífice, como cuando en una audiencia general, una de las pocas que pudo realizar, manifestaba que “Dios era Padre y Madre” y que “no debemos reducir a la Iglesia a reglas, sino al amor por la belleza y verdad del acontecimiento de Cristo”.
En la primera audiencia de los miércoles –realizó cuatro en total– invitó a un niño a sentarse a su lado, a quien hizo preguntas como las hace un sencillo catequista, por lo que fue llamado también “el Papa de la catequesis”, pues gustaba decir que esta “no debe convertirse en una visión pequeña o reducida de la evangelización, sino la esencia del anuncio del acontecimiento de Cristo en el mundo, tal como lo manifestaba en su conducta, ya como sucesor de Pedro.
En la película “El Padrino”, interpretada por Al Pacino, se muestra el encuentro de este con Albino Luciani, quien luego se convertiría en papa, conversando con él ante una fuente en el Vaticano y diciéndole que la piedra que allí se encontraba en medio del agua era como el corazón del hombre que se cierra ante la presencia de Cristo, pues la misma no la penetra debido a su cerrazón y dureza de alma.
“Me encontré con un cura, pero un cura de verdad”, diría después el polémico personaje.
Y hablando de películas, una de las más bellas sobre Juan Pablo I es “La sonrisa de Dios”, dirigida por Giorgio Capitani, en la que se muestra un encuentro del entonces patriarca de Venecia en el santuario de Fátima –con base en fundamentos históricos del testimonio posterior de un hermano del papa Luciani– con Lucía de Fátima, en 1977, donde ella le saluda diciéndole “Santo Padre”, un año antes de su elección, manifestándole que su pontificado sería breve y de portación de la cruz.
A 35 años de su elección y mirando hoy el papa Francisco, encontramos muchas similitudes entre la sonrisa sencilla y el corazón humilde del recordado pontífice con el actual. El contexto puede ser diferente, pero el anhelo del mundo por encontrar referentes que le manifiesten la trascendencia y el Absoluto hoy es más apremiante que nunca, así como la necesidad de que siempre exista una voz que represente a aquellos por los que nadie habla ni se preocupa, con ese corazón y sonrisa de Dios, que Francisco nos muestra hoy.
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Periodista de Radio Cáritas y docente de la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”.