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Los coloridos diseños integran el paisaje del centro de Asunción, cuyas plazas se convierten en mercados abarrotados de tapetes, pañuelos, blusas, vestidos y hasta termos para el agua ornamentados con este peculiar bordado. Sin embargo, en sus orígenes, el ñandutí se tejía con finos hilos blancos, a la manera de una delicada tela de araña, ya que no en vano la palabra “ñandu” significa “araña” en la lengua guaraní.
El encaje blanco se consideraba un artículo de lujo y se reservaba para adornar la ropa en ocasiones especiales, como las bodas, explicó a EFE Catalina Canibella, una veterana tejedora de ñandutí.
“Las novias se ponían una mantilla blanca de ñandutí, o un corpiño para ceñirse el vestido. A veces, todo el traje de novia era de encaje. La tradición era que las madres o las abuelas dedicaran años a tejer la ropa que llevarían sus hijas o nietas el día de su casamiento”, contó Canibella.
Con el tiempo, el ñandutí abandonó su riguroso color blanco y el uso ceremonial, y sus calados circulares se tiñeron de colores vivos y se llenaron de diseños más complejos.
El tejido hacía honor a una antigua leyenda paraguaya que relata que el ñandutí nació de la blanca cabellera trenzada de una madre tejedora, desesperada como la Penélope de la “Odisea” homérica, que en este caso se sacrificó para que su hijo enamorado pudiera entregar un regalo especial a su amada. Sin embargo, se cree que el origen del ñandutí es el encaje confeccionado en la isla canaria de Tenerife (España), que habría llegado a Sudamérica de la mano de un grupo de mujeres isleñas enviadas al Nuevo Continente para contraer matrimonio con los conquistadores españoles. Fuente: María Sanz, EFE.