El “barrio Hospital” acapara cuatro legendarias colinas

Cuatro de las legendarias colinas de Asunción están en el barrio Dr. Francia: lomas San Jerónimo, Clavel, Cachinga y Mangrullo. Es uno de los más antiguos en torno al microcentro capitalino. Se formó sobre un extenso paraje de potreros y quintas, y hasta no hace mucho se lo conocía como barrio Hospital. Un mundo por descubrir.

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“El doctor Francia parecía un reloj de arena. Consuetudinario y sencillo, sus gastos diarios no pasaban de dos pesos (...) Tenía dos caballos bien cuidados; hacía el mismo paseo, hasta el cuartel del Hospital, acompañado de reducida escolta; salía a la misma hora de la tarde precedido de un cornetero”. Esto dice el doctor Justo Pastor Benítez en su libro “La vida solitaria del Dr. José Gaspar de Francia”.

Y es lo que pesó para que el barrio llevara su nombre por Ordenanza 1094 del año 1944, durante la presidencia de Higinio Morínigo.

Los asuncenos le decían barrio Hospital, y en torno a él se enhebran anécdotas del vecindario que pasaron a su rica historia. Aparte de las lomas, abarca áreas tan diferentes que se extienden desde la playa Carrasco –cuyas arenas desaparecieron tras la crecida de 1983– y Varadero hasta el Parque Carlos A. López, sobre el Mangrullo.

En el predio del actual Hospital Militar (General Díaz y Don Bosco), se encontraba el Hospital Potrero con su Cuartel. “En 1791 se comenzó la obra de un hospital en el paraje de Tacumbú realizado en piedra y con dos pisos”, menciona el arquitecto Ramón Gutiérrez en su libro “Historia de la Arquitectura del Paraguay”.

Toda esa zona que abarcaba Tacumbú hasta Lambaré eran potreros de Asunción, precisa la historiadora Margarita Durán Estragó, de ahí el nombre de Hospital Potrero. Añade que allí también se encontraban presos políticos de la época del Dr. Francia, entre ellos Manuel Antonio Matiauda, tatarabuelo de Alfredo Stroessner, que tenía pena de muerte, aunque nunca ejecutada.

Otra historiadora, Rosanna Vera Alegre explica que el doctor Juan Vicente Estigarribia, médico personal del Dr. Francia, atendía allí; de ahí sus cotidianos paseos hasta el Hospital Potrero.

Un suelto periodístico del 13 de octubre de 1877 (reproducido por ABC Color en 1977 en la sección “De la Prensa de Ayer”) decía: “La Comisión Directiva tiene el agrado de invitar al vecindario de esta capital al acto solemne de inauguración del Hospital de Caridad que tendrá lugar el domingo 14, a las 4 de la tarde en el edificio conocido con el nombre de Hospital - Potrero. Firman: Dr. Guillermo Stewart, don Wenceslao Velilla, don Juan O’Leary, don José Bello y don Ricardo Brugada”.

Un año antes, otro suelto hablaba del remate de lotes en la manzana del hospital con una base de 35 pesos fuertes, pero terminaron vendiéndose en 400, y acotaba: “Toman valor las propiedades”. Quizás fue el inicio de la expansión.

En 1880, cuando vinieron al Paraguay, las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul cumplieron su misión en el Hospital de Caridad.

La construcción del nuevo hospital comienza en 1890 y se inaugura en 1904 como “Hospital de Caridad San Vicente de Paul”. En 1915, el Gobierno lo nacionaliza y pasa a ser el Hospital Nacional, y en 1927 se convierte en el “Hospital de Clínicas”.

Mientras, los Salesianos, que llegaron al Paraguay en 1896, también se asentaron en el predio del Hospital Potrero, y luego, en las adyacencias, donde están con activa participación e influencia en la vida del barrio.

Pese a que el barrio ya fue bautizado Dr. Francia en 1944, durante años se lo siguió llamando “barrio Hospital”. La cartelera de cines de barrio de Asunción publicadas en 1968, al citar el Cine Lumington, lo ubica en el “barrio Hospital”.

Margarita Durán Estragó también cuenta que toda la zona oeste de Asunción se componía de una sucesión de colinas llenas de tosca y zanjones, matorrales y arenales, conocido como barrio Cachinga y así figura en Plano General de la Ciudad de Asunción de Federico E. De Gásperi (c. 1927).

La historiadora asegura que el nombre de Cachinga se refiere a un señor que había comprado la propiedad de los Díaz de Bedoya.

La leyenda urbana que corre en el barrio y que rescata Rosanna Vera Alegre señala que el nombre de Cachinga tiene que ver con lo siguiente: debido a la cantidad de potreros y chiqueros, establos, hatos de cabras y vacas que había en la zona, se sentía un fuerte olor en el ambiente. Eso hizo que se propagara la catinga al viento, y de la distorsión de este vocablo habría surgido Cachinga.

FOTOS: Diego Fleitas, Javier Cristaldo y Celso Ríos

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