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Las traiciones
El texto evangélico de este día nos pone delante el anuncio de dos traiciones que los apóstoles hicieron a Jesús y nos muestra cuánto somos vulnerables. Tantas veces, basta una pequeña decepción, o alguito que el otro nos hace y que nos molesta, para desencadenar en nosotros un proceso de rabia, venganza, desprecio o indiferencia.
Por una parte encontramos a Judas que envuelto en la tinieblas de este mundo decidió aceptar dinero para entregar a Jesús. El texto dice claramente que Judas salió de la casa cuando ya era oscuro, y esto quiere decir que Judas estaba en la oscuridad, su corazón estaba obstinado en la noche, y quien camina en la tinieblas se tropieza y cae.
Este anuncio que hizo Jesús en la Última Cena, y que celebramos en este Martes Santo, nos hace entender que Judas ya tenía todo decidido en su corazón. Jesús no le estaba hablando de algo extraño o impensado. Los demás apóstoles no entendían el discurso de Jesús, pero Judas sí lo entendía muy bien. Su corazón ya estaba endurecido: aunque Jesús le sirvió en aquella Cena, e incluso le lavó sus pies, nada de esto fue capaz de hacerlo recapacitar. Él había hecho una opción por el mal.
Por otra parte, encontramos el anuncio de las negaciones de Pedro. El miedo de ser también él preso, hizo que negara Jesús.
El valiente Pedro que había hasta prometido dar la vida por Jesús, horas más tarde estaba afirmando que no lo conocía, que no tenía nada que ver con su persona.
Para Pedro el anuncio de sus negaciones seguramente fue una sorpresa, y él no entendía de qué Jesús estaba hablando. Él verdaderamente estaba dispuesto a dar la vida por Jesús, tanto que llegó a herir a uno de los soldados, lo que es una actitud de mucho coraje. Pero delante de la entrega voluntaria del maestro, Pedro se perdió: quedó trastornado. Él no huyó, pero acompañaba a Jesús desde lejos, y delante de los que preguntaban si él era también uno de sus discípulos él lo negaba categóricamente.
Ciertamente, existe una gran diferencia entre la traición de Judas y las negaciones de Pedro. La primera fue premeditada, fue motivada por la maldad; la segunda impensada, movida por el miedo del momento. Todavía, las dos son fallas en relación al maestro y revelan la entrañable fragilidad del ser humano que por motivos tan diferentes puede pecar contra Dios.
El Martes Santo y el año de la misericordia
El papa Francisco nos pide en este año poner en el centro el sacramento de la reconciliación. Todos somos pecadores. Algunas veces actuamos con maldad, nos hacemos instrumentos del maligno, otras veces, hablan más fuerte nuestras debilidades. De ambos pecados necesitamos ser sanados, y la confesión sacramental es el camino seguro para aquellos que quieren volver a la casa del Padre.
Por eso, en este Martes Santo, somos invitados a hacer un verdadero y profundo examen de consciencia descubriendo todos nuestros pecados, para que en estos días santos podamos buscar un sacerdote que celebre con nosotros el sacramento de la misericordia de Dios, dándonos la absolución de nuestros pecados.