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“Jesús estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: les aseguro que uno de ustedes me entregará” (Jn 13, 21).
En este día la liturgia nos invita a contemplar a Jesús que expresa muy claramente su sentimiento de angustia y estremecimiento delante de situaciones que son sumamente humanas: la negación y la traición.
Tres años caminó Jesús enseñando a sus discípulos y no lo hizo solo con palabras o con pensamientos bonitos, su enseñanza fue más bien vivencial, concreta en obras, en acciones y sustentada por una intensa vida de oración afectiva para con su Padre del Cielo.
Todos los discípulos de Jesús experimentaron de algún modo la fuerza y la autoridad del Maestro, así como su ternura y compasión, su gran misericordia. Llegada, sin embargo, la hora de la prueba mayor, también se ve probada la fidelidad de los más cercanos y con mucha claridad vemos que incluso hasta aquellos de los cuales tal vez Jesús no tenía por qué dudar, flaquean en su compromiso.
Cuando nos traicionan, cuando nos defraudan, cuando nos decepcionan, tantas veces vemos el mundo caer sobre nosotros, qué doloroso es sentir que aquella persona en la que tanto confiaba me falló. Jesús experimentó quizá lo mismo en aquella noche tan especial de la Última Cena, pero no se dejó abrumar por esa desilusión hacia dos de sus discípulos; muy por el contrario, se puso a lavarles los pies en señal de servicio generoso y de amor incondicional.
Delante de las desventuras de la vida, ¿qué actitudes son características en mí? ¿mantengo la calma y presento a Dios esa dificultad? ¿me dejo llevar por la desesperación y la ira al punto de querer vengarme de quien me defraudó? ¿soy capaz de pedir el don del discernimiento y la sabiduría para tomar la decisión más adecuada? ¿o en cambio atropello todo lo que tengo en frente lastimando al primero que se me cruza?
Presentemos hoy a Jesús nuestras frustraciones, nuestras desilusiones y amarguras, para que él transforme nuestros resentimientos en una vida plena de confianza, de reconciliación, de esperanza y de coraje para seguir adelante a pesar de cualquier desencanto.
“Permanezcan en mí”
Como jóvenes, tantas veces las desilusiones hacen parte de la vida. Nos desilusiona un amigo, el novio o la novia, hasta los propios padres pueden ser motivo de desilusión; pero delante de esto somos invitados a permanecer abrazados a Jesús, ya que él encontrará el modo de ayudarnos a levantar de nuevo la cabeza y mirar con alegría la vida y a reencantarnos nuevamente con nuestra existencia.
San Pío de Pietrelcina
Por la historia sabemos que san Pío también tuvo que enfrentar en su vida a personas que le traicionaron y hasta le dieron la espalda en momentos muy difíciles; delante de todo esto lo vemos repitiendo una y otra vez para sí y hoy incluso para nosotros: “ora, ten fe y no te preocupes”.
hnovalentin@hotmail.com