Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Con la conmemoración de la entrada de Jesús en Jerusalén damos inicio a la Semana Santa, un tiempo de gracia que nos invita a recordar el mayor gesto de amor por toda la humanidad realizado por Cristo al ofrecer su vida para regalarnos, a través de ese gesto, Vida en abundancia.

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Y tomando hojas de palmera salieron a su encuentro y lo aclamaban diciendo: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel!” (Jn 12, 12ss).

En este día la celebración litúrgica nos invita a vivir, al mismo tiempo, dos realidades que pueden parecer muy contrapuestas: por un lado aclamaremos a Cristo como rey de Israel elevando nuestras palmas en alto significando así su realeza, y al mismo tiempo acompañaremos el relato de la Pasión en el que ese mismo rey y Señor es condenado al martirio de la cruz.

Querido hermano, es casi seguro que también hoy iremos a la Iglesia para que nuestros ramos sean bendecidos, y con esta bendición retornaremos a nuestros hogares con el deseo de que toda nuestra familia reciba de parte de Dios su protección y su gracia. Y si nuestra fe es madura y sincera, el Señor nos concederá ese deseo.

Lo que no podemos olvidar es que tantas veces nos centramos de más en los signos externos, como la palma, el agua bendita y hasta en el burrito, que tal vez en algunos lugares puedan estar presentes y vibrar con todo ello, para luego olvidarnos de los posibles rencores, iras, pecados o faltas que hacen parte de nuestras vidas y nuestras relaciones.

Elevar hoy en alto nuestras palmas y ramos tiene que ser un compromiso serio de levantarnos nosotros mismos, de nuestras caídas, de nuestros vicios, de nuestras malas inclinaciones, y por sobre todo un compromiso de levantar también a nuestros hermanos derrumbados por el dolor, la enfermedad, las injusticias, la pobreza, la marginación. Levantemos sí nuestros ramos, es decir, nuestro corazón, y pidamos que Jesús, Rey de nuestras vidas, nos ayude a ponernos de pie con coraje para abrazar la vida con pasión y esperanza.

“Permanezcan en mí”

Es el lema que quiere motivar a toda la Iglesia del Paraguay en este segundo año del trienio dedicado a aquellos a quienes Jesús ama con todo el corazón: los jóvenes. Y es tan hermoso ver cómo en las redes sociales desde hace un tiempo varios grupos y movimientos juveniles nos están invitando a vivir una Semana Santa diferente, con Pascuas jóvenes, misiones en diferentes puntos del país, vía crucis escenificados por los mismos, en fin.

Los jóvenes no solo estarán activos durante esos días santos, lo vienen haciendo desde hace rato, reuniéndose, preparándose, rezando, confesándose, pasando madrugadas enteras preparando los detalles para cada celebración. ¿Cómo tienen tanta pila para todo eso? ¿Cómo además de estas cosas también estudian, trabajan, mantienen incluso a sus familias? ¿Y finalmente cómo es que los vemos siempre sonriendo? La respuesta es una sola: ¡ellos permanecen en Él!

La reliquia de San Pío

Si hubo alguien que supo reconocer en su vida a Jesús como rey y Señor, ese fue San Pío de Pietrelcina, un fraile capuchino que se esforzó por no apartarse de Jesús por fuertes que fueran los vientos en contra. Su reliquia nos visitará desde el 10 al 18 de abril.

Desde muy joven quiso consagrarle toda su vida y así lo hizo abrazando una humilde vida de fraile menor. No fueron pocos los desafíos que vivió, una salud frágil, la aparición de los estigmas en su cuerpo, la incomprensión de sus propios cohermanos, calumnias, etc, pero permaneció fiel en medio de todo esto teniendo a Cristo como roca firme.

Afirmaba: “Jesús está contigo, incluso cuando no sientes su presencia. Él nunca está tan cerca de ti como lo está durante tus batallas espirituales. Él siempre está ahí, cerca de ti, te anima a luchar tu batalla con valentía. Él está allí para protegerte de los golpes del enemigo, para que no puedas ser lastimado”.

hnovalentin@hotmail.com

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