Desenterrar vestigios de guerra es la pasión de Víctor y Odina

De los antiguos campos de batalla de Tuyutí, Itá Pirú y Estero Bellaco proviene la cantidad de piezas de la Guerra del 70 que se aprecia en el Museo Privado San Francisco Solano, que Odina Leguizamón y su hijo Víctor Medina armaron en Paso de Patria. Son objetos desenterrados por ellos mismos a lo largo de décadas de búsquedas con resultados sorprendentes.

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Con las paredes repletas de espadas, lanzas, bayonetas, trompetas y millares de objetos ubicados en estantes y vitrinas, la única sala del Museo Privado San Francisco Solano de Paso de Patria impacta. Y uno se pregunta con asombro. ¿Cómo se logró reunir tantas cosas? La respuesta son tres décadas y más de búsquedas en los viejos escenarios de combates de Tuyutí, Itá Pirú, Estero Bellaco y otros que se ubican en cercanías de Paso de Patria. Y las exploraciones de Odina Leguizamón de Medina y su hijo Víctor Medina permitieron rescatar desde las piezas más comunes hasta medallas condecorativas. El variado acervo incluye elementos militares y enseres personales de los soldados combatientes.

Entre los objetos de la vida cotidiana se aprecian tazas de loza para el desayuno, pedazos rotos de platos y copitas de vidrio de licor. Provienen en su mayoría de Tuyutí, sitio donde la fuerza aliada acampó alrededor de dos años, con más de cuarenta mil hombres que desayunaban, almorzaban y cenaban en la tensa espera de algún ataque.

Explican los entendidos que bajo el sol ardiente del verano o las silenciosas noches estrelladas del gran campo rodeado de esterales estaban las improvisadas carpas que les servían de hogar a miles de argentinos, brasileños y uruguayos que vinieron a pelear contra los paraguayos. Este territorio, hoy cubierto de arbustos y habitado por ganados, es una mina de recuerdos.

El acervo del Museo Privado San Francisco Solano incluye botellas, frascos de perfumes, armas, restos de fusiles o lozas, estribos, frenos de caballos y balas de cañón que se conservaron por cerca de un siglo y medio bajo tierra.

De niño, a raíz de una intoxicación con medicamentos, Víctor perdió el habla y la capacidad auditiva. Pero el hombre de 45 años fortaleció la habilidad de aprender manualidades: se especializó en repujado sobre cuero y es técnico en máquina de escribir. Y desarrolló una sensibilidad especial para descubrir tesoros enterrados. Víctor, junto a su esposa, Clementina Algarín, también está empezando a armar un museo propio en su casa cercana a la de su madre. En un estante conserva cantidad de frascos muy decorados de perfumes, hebillas de cintos con escudos de los países aliados, y su último hallazgo es una medalla uruguaya, que los soldados llevaban en el pecho como prendedor, muy rara por cierto. Tiene pedazos de platos, cuchillos, tenedores, candados, pipas, restos de tazas, vasos de vidrio, pailas, ollas herrumbradas, estribos, herraduras y latas de sardinas que consumían los soldados aliados.

Odina guarda en una vitrina monedas de diversos metales (bronce, cobre, plata), botellas de vidrios de vino y champán, botellas de cerámica que eran de cervezas. No faltan las municiones de diversos calibres, fusiles, empuñaduras de espadas, planchas de hierro y cosas de mujeres.

Piezas simbolizan la grandeza paraguaya

Al Museo Privado San Francisco Solano de Paso de Patria se accede en forma gratuita. No está abierto en forma permanente, pero Odina, la dueña, atiende con deferencia a los que llegan a su casa con deseos de conocer su colección.

“Las gentes que vienen de afuera aprecian muchísimo. Lo lamentable es que a veces los compatriotas no valoran la historia de nuestro país. Estos objetos recuerdan el sacrificio de nuestros antepasados y simbolizan su grandeza”, alega.

Viejo resguardo fronterizo

Paso de Patria se formó en los alrededores de un cuartel levantado en tiempos de los López, como campo militar de resguardo fronterizo. Y fue durante la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) un importante centro de actividades bélicas. Se ubica al sur del departamento del Ñeembucú, en las confluencias de los ríos Paraná y Paraguay. Queda a 60 kilómetros de Pilar, por camino de tierra. Con maravillosos paisajes, es un excelente lugar para el turismo de aventuras y la actividad de la pesca.

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