De la necesidad de migrar a la decisión de ayudar

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Migrar es una decisión que se toma por múltiples motivos. Marcela González se fue de México por ser víctima de violencia doméstica. Pidió refugio en Canadá, y este le fue negado porque huyó de su país antes de que la policía pudiera ayudarla, pese a que presentó tres denuncias.

¿Qué extraña de Cuernavaca, el sitio donde nació un 25 de octubre, hace casi 36 años? “Sus colores, los tacos, la familia, el mole, los panes, y ese ambiente familiar, donde cualquier ocasión es pretexto para reunirse. Cuernavaca es llamada ‘la ciudad de la eterna primavera’; es una ciudad llena de colores y flores”.

Por pura casualidad esta abogada mexicana comenzó a ayudar a otros inmigrantes que acudían a solicitar refugio. En la oficina que tramitaba su caso necesitaron una asistente. Marcela se ofreció a trabajar y la aceptaron luego de una entrevista. “Una llega a Canadá con una mano adelante y otra atrás, y necesitas trabajar”.

La barrera del idioma duró poco. Al principio solo conocía ciertas palabras en inglés, como “hola” (hello), “cómo estás” (¿How are you?), lo cual no impidió la comunicación, dado que casi todo el equipo era de habla hispana. ¿El detalle? El intérprete consiguió un mejor trabajo, lo cual la obligó a aprender en tres semanas aquello que le llevaría quizá unos tres años.

Siempre sonriente y buen puesta, Marcela dialoga con una bella entonación mexicana. Le sienta muy bien una elegante blusa azul marino de ao po’i, con bordados blancos.

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Hablamos con ella durante su visita a Paraguay. ¿Qué la trajo por estos lares? ¡El amor! Conoció en Canadá a Joel Palacio (38), asunceno, durante una reunión de paraguayos, organizada con el objetivo de recaudar fondos para una compatriota que se encontraba muy enferma. “Mi compañera de vivienda me llevó a la fiesta, y desde aquel día él y yo jamás nos volvimos a separar”. Ese flechazo desde luego hizo más llevadera su larga espera, de muchos trámites necesarios, hasta que al fin logró su residencia canadiense gracias a un patrocinio por razones humanitarias.

Concluida su visita por Sudamérica, muy pronto, de vuelta a las gélidas temperaturas, debió encerrarse en la casa, y optó por ver televisión y leer, mientras sentía tanta nostalgia del clima tropical. Anhela nuevamente “andar en sandalias, disfrutar del rico sol”, mientras toma un refrescante tereré. Además, sueña con la comida –“ese sabor inigualable del chipa guazú”–, la gente y el calor.

Para que el desprendimiento no sea tan dramático, llevó como parte del equipaje dos kilos de queso Paraguay, ka’a he’ê, miel de caña, caña, dulce de batata, salsa de ajo, yerba, té bronquial, jaguarete ka’a, tres kilos de chipa, tres kilos de coquitos, revistas, postales, un pesebre del Museo del Barro, y un loro rojo de Areguá.

Y de vuelta a su rol de Licensed Paralegal (licenciada paralegal), en su compañía Burger Bernal & González, prosigue con su tarea de ayudar a quienes –como ella en su momento– acuden a Canadá a solicitar refugio, dado que siempre le ha molestado el racismo, la desigualdad, la violencia.

Encamina los trámites con la agencia de Ayuda Legal del citado país, agencias que apoyan a las mujeres, a los inmigrantes, iglesias y centros comunitarios.

cmedina@abc.com.py Foto: Gustavo Machado.