Cristo ha vencido a la muerte y al pecado

El Triduo Pascual llega a su culmen, a su punto más alto. Llega a su máxima expresión. El amor en plenitud, expresado en la entrega total en la cruz, rebrota con la alegría de la resurrección. Es la Pascua que la Iglesia celebra con su mayor brillo.

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Este acontecimiento se expresa con una gran celebración que se denomina la Misa de la Vigilia Pascual; el mismo indicador litúrgico lo denomina la madre de todas las vigilias. En su conjunto, es de las celebraciones, la más hermosa y la más bella. Quienes participan de la misma dan testimonio y les queda el hermoso recuerdo. Está mandado sea celebrado en la noche del sábado, idealmente hacia la media noche, pero por razones pastorales puede ya ser celebrado al atardecer del día sábado.

La Pascua se celebra en la Misa de Vigilia, pero finalmente es la celebración de todo el año litúrgico. Y, desde la vigilia, lo que celebra la Iglesia es la Pascua misma. Por eso, indicando lo que se vive en la Vigilia, se está indicando lo que es la Vida Cristiana en sí que Jesucristo vino a enseñarnos como momento culminante de la Acción Salvadora de Dios. La Pascua de Jesús se convierte así en la cúspide de la historia de Salvación que Dios tiene con la humanidad que no abandonó al hombre al poder de la muerte, que no lo dejó solo nunca y menos cuando fue engañado por el ofrecimiento del pecado.

La liturgia de la Vigilia tiene 4 partes y las cuatro partes tiene como puntos centrales y realizados incluso en lugares diversos: 1) Lucernario o liturgia de la luz, que está indicado se realice fuera del templo con una fogata desde donde una vez bendecido el fuego se encienda el cirio pascual y desde el cual se comunique la luz a todos. 2) Proclamación de la Palabra de Dios o liturgia de la Palabra que incluyen nueve lecturas; siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo Testamento, con las que se proclaman los acontecimientos de la acción de Dios para con la humanidad. Parte desde el mismo relato de la creación del mundo y del hombre; él es creado a imagen y semejanza y está llamado a ser señor de todo lo creado, pasa luego a la narración de la liberación de la esclavitud que sufrió el pueblo de Dios hasta llegar a la plenitud con el anuncio de la Resurrección de Jesucristo. 3) Liturgia bautismal que se realiza junto a la Pila Bautismal o cerca de un recipiente con agua. Celebra la regeneración de nuevos hijos para la Iglesia mediante el Bautismo y de hecho todos los ya bautizados también realizan la renovación de sus promesas bautismales. 4) Liturgia Eucarística que completa todo el círculo de vida en la fe, pues el Sacrificio de Jesús que nos salva se perpetúa en el Sacrificio Eucarístico, que es el memorial de la acción salvadora y que se realiza en cada misa. Ese centro de la vida cristiana es el origen y culmen de nuestra salvación que celebra la Iglesia en cada Eucaristía.

Luz del mundo

Entonces, la Pascua es el centro de la Vida Cristiana. Se convierte en acontecimiento que no solo recuerda un hecho pasado sino que se revive y celebra como experiencia. Jesucristo, luz del mundo, es la Palabra de Dios que nos ilumina y nos fortalece, que nos perdona y nos salva, que nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre.

El Pregón Pascual, el canto litúrgico con que se inicia la vigilia luego de la bendición del fuego, lo canta de una manera maravillosa con estas expresiones: esta es la noche de la luz. La noche verdaderamente feliz. La noche que une el cielo con la tierra, lo divino con lo humano. La noche que tiene más claridad que el mismo día. La noche que nos hace nuevos. La noche que nos hace testigos de Alguien que resucitó y vive. La noche que nos hace hijos, la noche que nos da el agua que grita dentro de nosotros que somos hijos de un mismo Padre. La noche que nos hace hermanos. La noche que ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos. La noche que alienta al débil, que hace mirar la luz que arde sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche.

Ha resucitado

El punto central de la Vigilia y la Pascua es que ¡Cristo ha resucitado! Esta expresión que queda casi corta para llamar la atención sobre ese acontecimiento se vuelve una experiencia de vida para el cristiano. Él está llamado a vivir en su vida el testimonio de la luz pascual. Porque Cristo ha vencido a la muerte y al pecado.

De esta manera, desde aquel momento, para el discípulo de Jesús que celebra la Pascua, el mal ha sido vencido. El bien siempre triunfa. Y ese triunfo se realiza en el día a día como una mentalidad que transmite la esperanza, alienta en la dificultad e ilumina en lo oscuro y confuso. Desde aquel momento, la experiencia de la fe se convierte en orientadora para toda la humanidad; con la fe, el modo de ver y afrontar el día a día está enriquecido. Aquel acontecimiento cambió el curso de la historia. Cristo Ha Resucitado y con él hemos resucitado también nosotros.

Por eso, los textos del Evangelio que se anuncian en las Misas de la noche y del día, hasta los cincuenta días sucesivos, hasta la venida del Espíritu Santo, van a estar marcadas por las apariciones de Jesús quien saluda siempre con expresiones llenas de bendición: “alégrense”, “la paz sea con ustedes”, “vengan a comer”. Y, en los discípulos se producirá un cambio rotundo de vida. Se convertirán en verdaderos testigos, con fortaleza y firmeza para anunciar la resurrección; desafían incluso a quienes quieren extorsionarlos a que dejen de hablar “en nombre de ese” (Hechos 5, 28). Sin embargo, ellos seguirán con determinación hasta el punto de dar la vida por esa verdad que no pueden esconder, “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5, 29).

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