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Los vecinos se quejan de que el bien público fue robado a la ciudadanía y que nadie accione. Aprovechando el tamaño de los árboles, las mujeres del lugar los utilizan como una pared y forman un pasillo. Además, colocan sillas y se sientan en los extremos de la vereda.
De esta forma, las personas ya no pueden circular por ella, ya que la situación les provoca miedo.