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Esta metodología ha rendido frutos, y una prueba de ello es la legión de intelectuales que ha enriquecido la historia cultural de nuestro país, donde se han destacado en igualdad de méritos poetas, escritores, artistas, historiadores, juristas y políticos, entre tantos otros.
El nacimiento de la revista Juventud, en la década del 23, por iniciativa de los propios alumnos, incentivó el interés del estudiantado por invertir en los hechos lo aprendido en las aulas.
Las décadas de los años 40 y 50 generaron una promoción de bachilleres extraordinariamente inteligentes, lo reconoce el padre Alonso, quien por entonces ya había sido formador de varias generaciones de bachilleres que buscaban acumular experiencias en el exterior.
El sacerdote recuerda especialmente el caso de Enrique Ibarra, un joven sanjosiano que llegó a ser presidente mundial de la juventud durante una reunión celebrada en Haiden, Holanda.
"Niella (Rolando) también fue brillante alumno, estudió en la escuela de altos estudios de París, es doctor en filosofía por la Universidad de Madrid, aunque después se dedicó a hacer camisas y pantalones", comenta nuestro entrevistado.
Cita como otro alumno destacado a Emilio Fracchia, quien fuera director de Cáritas Internacional, en Roma, y hoy día es una alta autoridad de la Conferencia Episcopal Paraguaya.
"Acero Zuccolillo fue un gran atleta y era del grupo de Irala Burgos (Adriano, ex ministro de la Corte). Ahí también están otros destacadísimos estudiantes como Wildo Rienzi, Juan Carlos Wasmosy, Elixeno Ayala, y tantos otros. Lastimosamente algunos tomaron rumbos equivocados", reconoció.
"Esto de que las colas son las que arrastran la cabeza, aquí era totalmente al revés: las cabezas verdaderamente arrastraban a la cola", puntualizó el padre Alonso.
Señala que muchos alumnos comenzaban en el primer curso, pero al bachillerato llegaba un número muy reducido porque muchos debían volver al campo, de donde venían, otros no aguantaban el ritmo de estudio y de trabajo y se marchaban.
Un alumno debía hacer dos redacciones, como mínimo, por semana. Y así debía continuar hasta el sexto curso. Entonces, de cualquier manera estaba formado para saber escribir, hacer discursos, cartas, redacciones.
Con este bagaje de conocimiento en manos, no extraña entonces que muchos bachilleres del Colegio San José dieran solo un paso adelante para convertirse en grandes intelectuales y literatos, los mismos que hoy enriquecen la historia cultural del Paraguay.