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Gilberto Ferro nació en Ypacaraí, el 19 de junio de 1914. Hoy es un día memorable para él: celebra con optimismo los cien años de existencia.
Escrito lleva en la piel su historial de vida, que registra acciones patrióticas, deportivas, ciudadanas y profesionales de impecable trayectoria. A los 17, se había enrolado en la Marina, sirvió en un remolcador que cumplió destacada función en tiempos de la Guerra del Chaco (1932-1935). En el barco realizaba periódicas travesías de apoyo, material y humano, hasta Puerto Casado. “Estuve movilizado en Bahía Negra”, confirma con marcada emoción.
En 1942, siendo estudiante de Derecho, junto a diez compañeros, realizó una de las mayores hazañas que recuerda el deporte náutico paraguayo. Un raid que unió a remo Asunción, Buenos Aires y Montevideo, en 26 días de navegación en falúa por los ríos Paraguay, Paraná y Río de la Plata. “Una tarde de sol radiante, un 23 de octubre, aproximadamente a las 18, el ulular de las sirenas de los barcos y los pañuelos blancos agitados al viento nos despedían en el Puerto de Asunción”, señala en tono de satisfacción por la misión finalizada en Montevideo, al atardecer del día 5 de diciembre del 42.
En 1945 obtuvo su título de abogado, profesión que ejerció hasta bien entrado a los 90 años. Desempeñó actividades en el Tribunal Deportivo del Club Guaraní y en la Unión Paraguaya de Veteranos de la Guerra del Chaco. Hasta se dedicó a la producción de ladrillos en la olería “Remansito”, que tenía en zona del Bañado. Con artículos relacionados a su profesión, el deporte del remo y el mundo del coleccionismo, colaboró con publicaciones escritas. Heredó de su padre, Bartolomé Ferro, la pasión por el coleccionismo: medallas, tarjetas postales, estampillas.
Lo que ahora marca como el momento más feliz de su vida se dio el 17 de mayo de 1951. Ese día se unió en matrimonio con Norma Gilda Bertolotto, con quien trajo al mundo a tres hijos: Daniel Félix (62), Esteban Antonio (60) y María Cecilia (55).
El doctor Gilberto Ferro enviudó el 28 de julio de 2010, pero en ningún momento olvida las largas décadas de felicidad compartida con la mujer que considera el amor de su vida. “Lo mejor que me pasó en la vida, en el orden familiar, fue casarme con Norma Gilda Bertolotto. Su ida al otro mundo me dejó un vacío total. Se fue sorpresivamente de un derrame cerebral”.
¿Alguna vez pensó que llegaría a cumplir los cien? “Sí, yo pensaba llegar a los cien años. Siempre fui una persona metódica, hacía deportes, remo, natación; no fumaba, no tomaba. Y ese es el valor que tiene mi vida en el orden de la salud”.
Reunidos a su alrededor, los hijos y nietos aprovechan el Día del Padre (domingo 15 de último) para darle muestras de cariño. Y en un festejo anticipado de los 100 años, hay torta y velitas. Sobre el pastel festivo, la insignia del club Guaraní emociona al agasajado. “Ver a mi familia aquí reunida es un motivo de felicidad tremenda para mí. Continuamente ellos están viniendo a visitarme y llenarme de cariño en este momento histórico de mi vida”, reconoce a viva voz el doctor Ferro.
La sala del departamento que ocupa se llena de canción. Fernando, José, Gabriela y Leticia, los nietos presentes, entonan “Cumpleaños feliz” y la fiesta adquiere cálido sentido humano. Ante los jóvenes, el abuelo centenario es digno de admiración. “El se preocupa por todos nosotros”, coinciden.
Sin perder la risa, el doctor Gilberto Ferro tiene palabras de aliento a los jóvenes que en la actualidad viven una realidad totalmente distinta a la suya. “Para ser personas de bien deben asumir la vida con disciplina en todos sus actos. La lectura, el deporte, la música, la meditación, son valores que deben seguir para lograr esa paz interior tan necesaria para que sean personas de bien”.
Y hoy, en el día en que celebra los cien años sobre la faz de la tierra, el doctor Gilberto Ferro se convierte en ejemplo vivo de un ser que supo transitar la vida por los caminos del bien.
Cumplió con la patria
Daniel Ferro Bertolotto, juez penal de sentencia. “Cien años no cumple cualquiera, más aún con el rico historial que papá supo marcar. Yo me siento orgulloso de saber que él ha cumplido con la patria en el momento más crucial durante la Guerra del Chaco, donde tuvo que participar en su juventud. Fue un acto muy fuerte que le cupo cumplir, pero eso no logró coartar su deseo de superación para terminar sus estudios y formarse como profesional”.
Optimista y positivo
Cecilia Ferro Bertolotto, funcionaria de la Contraloría General de la República. “Aprendí de él aquello que dice: ‘en vida hermano, en vida’. Siempre fue generoso con las personas que se hayan acercado a él”. Es un hombre excesivamente solidario, responsable, patriota, amoroso, buen padre, ejemplo de marido, ejemplo de abuelo, ejemplo para la patria. Supo llevar una vida muy optimista y positiva”.
Gran generosidad
Esteban Ferro Bertolotto, decano de la facultad de Química de la Universidad Nacional de Asunción. “Tenerlo a mi padre hasta esta edad con su entereza, con su integridad, con su coherencia de vida, es para mí una bendición. El compartir con él y con mis hijos estos momentos es muy emotivo. Y solo tengo palabras de agradecimientos para él, siempre estuvo con nosotros en todo momento, su gran generosidad es invalorable”.
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