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En el libro 2º de los Macabeos está escrito: “Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados” (2 Mac 12, 46); y siguiendo esta tradición, en los primeros días de la cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en la díptica, que era un conjunto formado por dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la Iglesia primitiva acostumbraba a anotar en dos listas pareadas los nombres de los vivos y los muertos por quienes se había de orar.
En el Siglo VI, los benedictinos tenían la costumbre de orar por los difuntos al día siguiente de Pentecostés.
Ayer, don Lorenzo Duarte estaba en el Cementerio del Sur, limpiando con otros familiares el panteón donde descansa su madre doña Rufina Salinas, quien falleció a los 78 años, en 1994. “Oramos por ella para que descanse en paz y que nos bendiga siempre. Somos creyentes y creemos que ella nos protege”, indicó.
A pocos metros de este panteón, en la misma faena de limpieza, estaba don Alfonso Ramírez. El mismo dijo que llegó al camposanto para orar por su madre Antonia y su padre Leandro, a quienes calificó de “papá y mamá ejemplares”. Su padre iba a cumplir 100 años. Participó de la Guerra del Chaco cuando tenía 16 años. Al término de la contienda con Bolivia se casó con Antonia. Del matrimonio nacieron nueve hijos, de los cuales dos ya fallecieron.
Don Alfonso destacó la virtud que tuvieron sus padres, quienes les enseñaron como enfrentar la vida.
El Cementerio del Sur, que hoy recibirá a mucha gente, estaba ayer muy limpio. Guardias privados resguardaban la seguridad, mientras que funcionarios de Senapa concienciaban para eliminar criaderos de mosquitos y evitar el dengue.