Lograron sacarlo de una compleja cirugía. Solo manos bendecidas por Dios lograrían sacar a Tin del quirófano. Todavía recuerdo los ojos llorosos del Dr. Pablo Ruffa explicándome la situación. No había consuelo. Tin salió con el tórax abierto. Tanta inflamación no dejó cerrarlo... Pero surgió el milagro y horas tras horas todo fue mejorando. No hay palabras. El alma vuelve al cuerpo y todo este calvario habría valido la pena y Tin está fuera de peligro.
El trato, la calidad y calidez humana me impresionan. Tin hoy regala sonrisas al personal de salud ¡y todo cuanto tenemos se lo debemos! Gracias, Garrahan. ¡Gracias, Argentina!”.