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Era un sitio poblado de frondosos árboles y naranjos y con un rancherío, memora.
Gallardo se mudó al lugar de joven para inscribirse como alumno en la institución. Su mejor recuerdo eran los juegos de bolitas en las calles cubiertas de pedregullos y los partidos de las tardes en la canchita ubicada al lado. Para ingresar al predio debían ir a la misa con lo que se ganaban un sello en el brazo, con el cual podían ingresar y jugar.
En la parte de atrás del colegio vivía el legendario Pa’i Ernesto Pérez ya muy ancianito (falleció en 1977), a quien conoció personalmente.