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“Cuando arribamos a la comunidad, algunas personas nos insultaban. Decían que éramos vagos y satánicos”, dijo el fray Juan Bautista al recordar los primeros momentos de su llegada a la comunidad para practicar las enseñanzas misericordiosas de San Francisco de Asís y de la Santa Teresa de Calcuta.
El destino de la misión era el barrio Santa Rosa, que se encuentra en las proximidades del Jardín Botánico, hacia la costa del río Paraguay. Aquí los pasillos aparecen a la vista y llevan a precarias viviendas donde se hacinan sus ocupantes.
Ganar la confianza y el cariño era el objetivo, pero “como llegamos enviados por el Señor”, rápidamente cambiaron sus conceptos y se acercaron, nos indicó el fray Juan Bautista.
El contacto con los moradores les permitió comprobar que la necesidad era una mejor alimentación. “Esa fue la razón que nos movió a abrir un comedor y trabajar por la recuperación de la capilla San Baltazar”, nos dijo el fray Javier Rodríguez, otro de los misioneros que acompañan a los vecinos.
Hoy 150 personas, de los cuales 120 son chicos, se alimentan gracias a la generosidad de los benefactores, que envían dinero, víveres como fideos, arroz, carne, leche y verduras para el almuerzo, pero faltan vasos, utensilios y platos para los niños.
Rodríguez dijo que el almuerzo que sirven es el plato fuerte del día para muchos. “Nuestro apostolado es trabajar con los pobres de la sociedad, es decir, ver en ellos a Cristo, sufriente y doliente”, indicó el religioso.
La capilla del lugar estaba inactiva desde hace dos años, pero con la llegada de los religiosos empezó su refacción con los vecinos y actualmente tiene un nuevo altar, nueva pintura y otras mejoras.
En el momento de nuestra presencia los pequeños estaban en pleno almuerzo. Se servían tallarines, que para algunos era la comida principal del día. “Hay mucha necesidad en el barrio, por eso también se habilitó un dispensario médico que presta servicio de pediatría, obstetricia, odontología y sicología infantil”, apuntó Rodríguez.
Los pobladores de Santa Rosa son obreros que se dedican a la changa, a la recolección y en estas ocupaciones deben ganarse el pan de cada día. La capilla es actualmente el punto de encuentro de los vecinos. Todas las tardes, a las 17:30, se reza allí el rosario. Una canchita colindante, en cambio, es utilizada para la diversión.
A criterio de los religiosos, la integración es muy importante porque evita que los chicos caigan en la drogadicción o la delincuencia.
Las personas que quieren colaborar con la obra pueden llamar al (0994) 276802.
En el asentamiento viven más de 400 familias. Y el ideal es recuperar la comunidad cristiana, su capilla y volver a tener misa, para que sea un centro de misión y evangelización.