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“Hago esto (el recorrido) porque quiero que la gente sepa que hay muchos como yo que desean ser independientes, salir a estudiar y trabajar”, aclaró Víctor, antes de iniciar su camino en la intersección de Yegros y Azara. A solo unos metros, ya encontró el primer obstáculo: agujeros en la vereda. “Si venís a la noche, no ves nada y te caés”, explicó. Si esto sucede, indefectiblemente debe apelar a la solidaridad de terceros.
Al llegar al final de la calle, se presentó otro problema: si bien había una rampa para bajar al asfalto, esta era muy estrecha, así que la silla no cabía. Bajó con mucho esfuerzo y resaltó la importancia de que exista colaboración con las personas discapacitadas.
En la calle Cerro Corá no pudo cruzar por la franja peatonal porque una camioneta la ocupaba. De pronto, apareció un agente policial y se ofreció a empujarlo.
Cuando Víctor se dispuso a esperar el colectivo para regresar a casa, sobrevino la prueba más difícil de todas en el día a día: tomar un bus.
Según la Resolución 62/14 del Viceministerio de Transporte, el 15% de la flota de cada empresa deberá contar con una rampa hidráulica al término de este año. César Ruiz Díaz, titular de la Cetrapam, afirmó que esto ya se ha logrado, y que, incluso, ahora buscan llegar al 20%. Sin embargo de los 6 colectivos de la línea 15-3, que pasaron en dos horas, ni uno solo tenía elevador. Este y el 26 lo llevan a su hogar en Ñemby.
Víctor afirma que se le hace imposible estudiar o trabajar así. “¿Cómo voy a llegar a tiempo a la oficina o a la facultad si no sé si tendré un colectivo en toda la mañana?”, lamentó. Rendido, pidió ayuda a los pasajeros para que lo cargaran en un 26 sin rampa.