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El arzobispo de Asunción, Mons. Edmundo Valenzuela, estableció una parroquia en la penitenciaría de Tacumbú para una mejor atención espiritual. Su constitución oficial fue el viernes y aprovechó esa ocasión para conversar con los reos, ver cómo viven y cerciorarse del acompañamiento espiritual que reciben.
Según el religioso, el penal alberga a 4.020 personas (casi el triple de su capacidad real que es de 1.600 personas).
Valenzuela comentó que en su recorrida notó mucha gente joven en los pasillos, y conversando con ellos, todos manifestaron un gran deseo de superación. Estuvo igualmente en la cocina donde se prepara la comida para 4.020 personas, quienes se sirven en dos turnos. Este lugar estaba limpio y muy bien cuidado por los cocineros.
“Me ha impresionado el respeto y el saludo mutuo. Por donde pasábamos encontramos locales limpios y ordenados. Visitamos dos pabellones bajo el cuidado pastoral y social de las iglesias evangélicas. En un pabellón especial estaban 50 personas, con varias salas, cocina, comedor, lugar de trabajo artesanal, capilla y aula para diversos aprendizajes. Algunos de estos reclusos entran con total descomposición física por las drogas y otros un poco menos, pero todos drogadictos, ahora dispuestos a cambiar de vida, mediante el cuidado fraterno de la agrupación religiosa, la oración y el conocimiento de la Palabra de Dios”, indicó.
Valenzuela comentó que el instructor-pastor le mencionó que fue recluso 8 años; era drogadicto pero quiso salir de esa enfermedad ahí mismo. Primero se sometió a una rigurosa disciplina de desintoxicación por un mes. Luego, por espacio de dos años, volvió a recuperar íntegramente el peso físico normal, saludable y la alegría de vivir. Una vez libre ofreció su experiencia y su tiempo para recuperar a otros. “Es un verdadero ejemplo, que personalmente me impresionó y les felicité a esos jóvenes que estaban ahí haciendo la cura de recuperar la salud física y espiritual”, indicó.
Relató que en otro pabellón de la Iglesia Evangélica comprobó el espacio limpio, donde estaban a su gusto, algunos en el deporte, otros en la conversación, acompañados de su tereré.
Valenzuela indicó que allí estaban algunos provenientes de Ciudad del Este y de otras localidades del departamento Central. “Muchos de ellos están recluidos con prisión preventiva, no saben cuánto tiempo aún estarán en esa situación. La mayor parte de ellos es por tráfico de drogas. Pude preguntarles cómo se encontraban. Si tenían para comer, para dormir, para asearse. La respuesta fue positiva, pero para ellos la esperanza es salir, agilizar el proceso penal y conmutar la pena de 2 x 1. Me explicaron que eso se hace en penales de Bolivia, Argentina y Brasil. Es decir, según el buen comportamiento”, resaltó.
En general, indicó el arzobispo, todos se encuentran bien y desean salir de la indefinición de la prisión preventiva, algunos ya con varios años… y saber de su proceso penal.
En cuanto a la parroquia personal penitenciaria con sede en el Penal de Tacumbú, indicó que abarca otros dos penales, el de La Esperanza y el del Buen Pastor, esta última para mujeres.
Se equipara a cualquier otra parroquia territorial y cuida tres aspectos de la vida de los fieles: la fe, el culto y la caridad.
Juntas por un objetivo
Sobre la misión que tienen las confesiones cristianas en las cárceles del país, el arzobispo de Asunción, monseñor Edmundo Valenzuela, indicó que la Iglesia Católica, a igual que la Iglesia Evangélica, trabajan juntas en la cuestión social y humanitaria y el objetivo final es la recuperación total de la persona.
“Ofrecemos un servicio de evangelización especializado para esos hermanos nuestros, reclusos muchos con prisión preventiva aún, y unos pocos, ya con la condena. La salud espiritual completa y los otros aspectos indispensables de la persona humana: la salud psíquica y la salud corporal. El cuidado de la persona en sus tres dimensiones. La llamada a la conversión y a una vida nueva es para todos, reclusos y no reclusos”, resaltó. Agregó que en forma especial, los reclusos sienten más que nadie la Misericordia de Dios, mediante las visitas recibidas y la evangelización impartida.
El deseo del arzobispo es que si se construye un penal nuevo en otro lugar, se sigan las normas arquitectónicas y de seguridad, para albergar cómodamente a los reclusos para su reinserción social posterior.