Apostar por la preservación

El arquitecto uruguayo Alexander Villagrán vive en Montevideo. Como muchos otros extranjeros, tiene un gran cariño por Paraguay, país al que sintió profundamente porque tuvo contacto directo con el barrio La Chacarita. En esta nota, el profesional recuerda su experiencia de vida en el lugar.

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El arquitecto Villagrán (56) lleva gran parte de su vida colaborando, muchas veces de manera honoraria, en trabajos sociales ligados tanto a la erradicación de cantegriles (asentamientos irregulares), como otros programas para mejorar la calidad de vida de poblaciones vulnerables. Actualmente, trabaja en la realización de un complejo deportivo en un barrio carenciado de la ciudad de Mercedes (Soriano, Uruguay). También es asistente técnico en el grupo Brasuru (Mercosur) y ahora se halla diseñando un sistema de viviendas prefabricadas en madera de primera calidad, de bajo costo y autoconstruibles a ser implantadas en Paraguay. “En todo lugar donde he trabajado –señala– interactúo estrechamente con los destinatarios de los programas, entendiendo que el respeto por ellos comienza por conocer cómo viven, cuál es su realidad y qué proyección tienen él y su familia en todo sentido”.

Interesado en los problemas del barrio donde vivió, vía mail sumó su granito de arena acerca de la Chacarita, lugar que hoy se encuentra en el debate ciudadano y de las autoridades. “Mi experiencia fue en el año 1977 –demás está recordar la situación política en ese entonces–, yo estaba sirviendo a la Iglesia Mormona. Recuerdo, como si fuera hoy, que con mi compañero ingresamos a ese barrio contra la opinión, ya de aquel entonces, de que no era seguro, mucho menos para extranjeros”. La experiencia fue lo opuesto, ellos encontraron gente abierta, solidaria. “Nadie nos faltó al respeto, ni nos negó un vaso de agua, tampoco nos cerraron las puertas. Al contrario, conocimos e hicimos amistad con personas maravillosas, algunos han sido grandes líderes de la Iglesia Mormona”. El arquitecto relata que en aquel tiempo esas personas ya estaban excluidas de la sociedad. Respecto al trato, rememora la ayuda mutua: “Eran sumamente solidarios, eso me quedó grabado, no solo por quienes escucharon nuestro mensaje y acudieron a nuestra fe, sino simplemente por quienes nos veían pasar. La Chacarita la recorrí a todas horas del día, y agradezco a Dios que a pesar de mi juventud (19 años) haya hecho oídos sordos a aquellas advertencias que me daban algunos. Encontré mucha gente buena”.

Del paisaje chacariteño

Los años, su profesión de arquitecto, sobre todo la dedicación que ha tenido en su rubro en lo que respecta a trabajar en áreas carentes de infraestructuras urbanas, en asentamientos irregulares, le ha permitido tener una visión más global y técnica en lo que se refiere a situaciones de barrios de contexto como el de la Chacarita. Villagrán menciona que recuerda prácticamente ausencia de todo servicio de infraestructura de apoyo, pero a la vez las vías de solución que hallaban los vecinos: “Por ejemplo al no existir una red de agua potable general, la gente se veía obligada a recurrir a los lugares donde había una canilla común, y he ahí lo que me llamó la atención: cómo los mitã’i y todos se ayudaban a acarrear el agua, sobre todo cuando algún vecino estaba imposibilitado para hacerlo por él mismo”. La oscuridad del lugar, tal como hoy, existía: “No había un tejido de alumbrado público que diera luz a aquella sinuosa caminería, no importaba, los vecinos siempre se las arreglaron para que la luz del frente de sus moradas no solo iluminara a las mismas sino marcara también el camino”. La red cloacal es otro punto mencionado: “La gente sufría por impedimentos importantes como era el desagüe de los efluentes cloacales por lo que muchas veces no había más remedio que verterlos a un costado del camino, improvisando canaletas para evitar el desborde”. Como “una trama urbana compleja, producto de un crecimiento espontáneo, sin dirección en la gran mayoría de los casos”, describe Villagrán esta zona de Asunción. “Situación que por supuesto se puede al día de hoy controlar, ayudar y tanto para sí como lo que hace a su inserción urbana. Nadie dice que es sencillo, pero se puede. Lo que creo no corresponde hacer es tomar una goma y borrar este barrio del mapa, menos hacer un muro que lo convierta en un gueto, tampoco tener la ironía de la lástima, me refiero a esas vergonzosas campañas de shoppings para, como dicen, juntar frazadas y ropas viejas para los niños pobres”. El profesional finaliza subrayando su cariño y hermandad para con nuestro país y sugiere el trabajo para la recuperación del lugar: “Con sumo respeto y con la perspectiva que me han dado los años, más aún con la buena experiencia de haber vivido en la Chacarita, es que invito a quienes corresponda, a que consideren que toda lucha e inversión en preservar el barrio es buena”.

lperalta@abc.com.py

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