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El 23 de setiembre (domingo) los católicos celebran la fiesta de San Pío de Pietrelcina, el santo capuchino de los estigmas y de los milagros. Los franciscanos preparan un nutrido programa para honrar hoy al protector y mañana en su día litúrgico (ver infografía).
San Pío llevó en su cuerpo las llagas de Cristo por 50 años y también su vida sacerdotal estuvo marcada por gracias extraordinarias: sanaciones, conversiones, bilocaciones (presencia simultánea de una misma persona en dos lugares diferentes), conocimiento de los corazones, lo que hizo de él uno de los santos más populares de los últimos decenios. Actualmente, su santuario es meta constante de peregrinaciones y es conocido y amado en todo el mundo.
El padre Pío nació en la localidad de Pietrelcina, en la Campania italiana, en 1887. Desde niño sintió una profunda vocación religiosa y a los 16 años fue aceptado como novicio en el convento de los frailes capuchinos en Morcone. En agosto de 1916 fue ordenado sacerdote en la catedral de Benevento y posteriormente fue enviado al convento de San Giovanni Rotondo, en la provincia de Foggia, donde vivió hasta su muerte en 1968.
Recibió los estigmas el 20 de setiembre de 1918 y los llevó por 50 años. Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 2 de mayo de 1999 y canonizado por el mismo Pontífice el 16 de junio del 2002.
“Solo quiero ser un fraile que reza...”, decía.
“Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración... La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios, sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón...”, reflexionaba con la gente.
La principal reliquia, consistente en su corazón, estuvo este año en nuestro país y miles de creyentes acudieron a venerarlo en las iglesias y catedrales donde estuvo expuesto para su valoración.