Amar a los hijos sin asfixiarlos

No siempre las relaciones entre padres e hijos se dan naturalmente. En muchos casos, los lazos van distorsionándose y se vuelven dañinos. Por una cuestión de roles, esta dependencia afecta más a las mujeres. Nos orienta sobre el tema la Lic. en psicología María Luisa Barboza Meyer.

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Existe una dependencia primaria en todo ser vivo, porque a través de ella se aprende a vivir, a relacionarse con el otro y también con el ambiente. Pero como en todo campo humano, pueden darse trastornos. “En palabras comunes, la dependencia emocional es la relación entre individuos que, en este caso de los padres, sería una necesidad de vivir atados a los hijos, existir únicamente para ellos; asfixiándolos al coartar su libertad y aún peor, esperar recibir lo mismo generando así: culpa y mucho dolor”, explica la educadora y psicóloga clínica María Luisa Barboza.

–¿La dependencia emocional es un trastorno reconocido psicológicamente?

–Hay una gran discusión acerca del término que se le pudiera asignar a este trastorno. Para algunos es codependencia, para otros dependencia emocional. Pero sí se considera un trastorno psicológico afectivo en el cual se resienten enormemente las relaciones entre los miembros de la familia.

La dependencia emocional es una característica de nuestro tiempo. Algunas causas pueden ser la gran cantidad de horas que los padres pasan fuera de la casa, la inseguridad reinante, o bien padre o madre que ha decidido renunciar a su propia vida para brindarse a los hijos, porque sienten un gran vacío como personas.

–¿Es siempre negativa la dependencia?

–La dependencia no es mala, solo si se vuelve excesiva y no permite a los hijos tomar sus propias decisiones, equivocarse, aprender, hacer y deshacer sus necesidades y deseos. Esta problemática se da tanto en padres jóvenes de niños adolescentes como en los padres muy mayores que han quedado solos y buscan desesperadamente un vínculo de dependencia con sus hijos. Las patologías en las relaciones de dependencia emocional están aumentando.

–Este trastorno se parece a “mamá te quiere, por eso se preocupa todo el tiempo por vos”.

–Generalmente se da más en mujeres, por una cuestión de roles. El padre cumple más la función de proveedor y de normativo, es decir de hacer cumplir las normas de convivencia. Mientras la madre, que hoy día también es proveedora, se siente protectora y responsable de mantener unida a la familia. Se observa esta conducta en personas inseguras. Se preocupan en exceso por los problemas de sus hijos, vuelcan tanta energía fuera de sí, que se sienten constantemente insatisfechas, generando angustias, ansiedades y malos tratos. Incluso creen que sus hijos morirían si ellos les faltasen. Un caso común es cuando llega el momento en que los hijos deben partir a hacer su propia vida, muchos padres se aferran a ellos para que no emprendan este vuelo y así no sentirse solos e inútiles.

–¿Cuáles serían las consecuencias más preocupantes?

–Una de las consecuencias más graves es que se genera un círculo vicioso en el cual “yo dependo de vos porque vos dependés de mí” y es muy difícil romperlo porque suele haber un acostumbramiento de ambas partes.

Otro efecto que causa es que se perciben familias afectadas en todas sus relaciones, tanto entre ellos como con amigos y parientes. Ira, inseguridad, miedo, tristeza y, sobre todo, baja autoestima.

–¿Puede ayudar la gente cercana?

–Sí, este apoyo es fundamental; es conveniente que les soliciten hacer otras actividades que no tengan que ver con los hijos, como para que el dependiente emocional se sienta útil y logre levantar su autoestima. Hablar del tema y hacer conciencia de la situación. El cambio de actitud del dependiente emocional es el gran paso para superar esta adicción a las relaciones con sus hijos: buscar actividades extras a las del hogar y el trabajo, que les sean de interés y placer.

–Coméntenos algún caso.

–Al consultorio han llegado madres que desplazaron al marido, enviándolo a otro dormitorio para ellas quedar con los hijos en la cama matrimonial, con la excusa de que los chicos tienen miedo. O es ella quien va a dormir a la camita del hijo, donde ninguno de los dos duerme bien. Ahí se produce un deterioro importante de la pareja, así como del hijo, que no entiende qué rol cumple él en la estructura familiar. Algunas se bañan con su hijo, eligen su ropa, creando una simbiosis o exceso de pegoteo madre –a veces, padre– e hijos, impidiendo que estos den sus primeros pasos en las relaciones sociales que tan útil les serán en el futuro.

–¿Se acepta y se consulta este problema en nuestro país?

–Afortunadamente la mayoría busca ayuda profesional, ya que la relación familiar se vuelve agobiante e insostenible.

Preocupación peligrosa

El padre/madre dependiente emocional: Se preocupa excesivamente por el bienestar de los hijos, apropiándose de sus problemas y de querer solucionarlos. Los llama por teléfono o envía mensajes todo el tiempo. Toma los deseos y necesidades de sus hijos como responsabilidad suya, creyéndose muy sensible e insustituible. Es una persona ansiosa, trata de evitar la soledad porque la relaciona con la angustia y el dolor. En casos extremos llega a recibir malos tratos de los hijos, sin importarle con tal de permanecer pegado a ellos.

Empezar a sanar

El primer paso es romper con la vieja costumbre de mantener atados a los hijos. Hacer una lista de actividades que perjudican la libertad de sus hijos. Hacer un listado de actividades que los hijos ya puedan hacer solos. Hacer una lista que el dependiente emocional quisiera hacer sin los hijos. Dedicar cada día un tiempo a estar solo. Acudir a un psicólogo para reforzar la autoestima. Ir descubriendo una nueva manera de amar a los hijos sin asfixiarlos.

lperalta@abc.com.py

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