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Agregó que esta dolencia se presenta concretamente durante el período de desarrollo ocular, es decir, hasta los 8 años. El problema principal reside en que a esa edad el niño no sabe referir síntomas, tal vez ni los tenga y que la familia no note nada fuera de lo normal. “El no tratamiento a tiempo hace también perder la capacidad de ver en tres dimensiones (profundidad)”, dijo.
Comentó que algunas señales de alerta que deberían motivar la consulta con un oftalmólogo son la aparición de una mancha blanca en el ojo, percepción de que el párpado está más caído de lo normal o de que los ojos no estén perfectamente alineados (esto no es normal, pese a que se trata de un bebé con pocas semanas de vida) o si el bebé a los cuatro meses aún no fija su mirada en el rostro de su mamá.
“También si el niño tiene por costumbre frotarse los ojos o afirma tener dolor en los ojos. O si el niño se tapa uno de los ojos para ver o refiere a menudo tener dolor de cabeza”, señaló Bareiro.