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La mafia árabe y agentes corruptos
Ibar Pérez Corradi ingresó al Paraguay en marzo de 2012 tras huir de Argentina, donde le buscaban por un triple homicidio y por tráfico de efedrina.
Rápidamente, el criminal entabló conversación con altos exponentes de la mafia árabe de la Triple Frontera y se instaló en una residencia del exclusivo condominio Paraná Country Club de Hernandarias, alquilada justamente por uno de los “patrones” del tráfico de drogas sintéticas.
Durante su permanencia en el país, hasta el 19 de junio pasado, cuando fue capturado al otro lado de la frontera en Foz de Yguazú, Pérez Corradi operó con absoluta libertad gracias precisamente a la protección y al financiamiento de la mafia árabe y a la ayuda de policías corruptos del departamento Interpol y de la división Antimafia de Ciudad del Este.
El mismo Pérez Corradi admitió que llegó a pagar hasta 160.000 dólares a los efectivos policiales paraguayos, que a cambio le permitían mantenerse en la clandestinidad, casi como un ser humano común y corriente, aunque se tratara del más buscado en Argentina y uno de los 10 principales fugitivos en toda América Latina.
Recién después de su detención, Pérez Corradi corroboró todas las informaciones que ya se sabían desde hacía poco antes, como los detalles de su captura y posterior liberación, en mayo de 2015, y el funcionamiento del esquema que le hacía invisible en la frontera.
Sin embargo, pese a que aportó nombres, alias y funciones específicas de cada uno de los corruptos que le ayudaron, la Policía Nacional y la Fiscalía hasta ahora muestran mínimo interés en desmantelar la rosca fronteriza, acaso porque altas autoridades actuales podrían ser salpicadas. Como van las cosas, la vida que llevaba Pérez Corradi en Paraguay, amparada por la corrupción, dentro de poco será una simple anécdota más.