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La máxima determinación que tomó en este caso la cúpula de la Policía fue el cambio del jefe del departamento de Armas y Municiones, comisario principal José Benjamín Segovia Cáceres. En remplazo de este asumió el comisario principal Jorge Antonio Medina Rodríguez.
En su descargo, Segovia reconoció ante sus superiores que cuando asumió el cargo, en enero de este año, firmó el inventario que hicieron sus subalternos sin controlar si es que efectivamente las armas descriptas en el documento estaban depositadas en dicha unidad, que funciona en el kilómetro 21 de la Ruta 1, en Capiatá.
El alevoso robo fue descubierto el viernes último, cuando una comitiva militar se constituyó en el referido cuartel policial para buscar los fusiles FAL calibre 7.62 que originalmente pertenecían a las Fuerzas Armadas, pero que fueron entregados en préstamo a la Policía Nacional.
De hecho, los militares fueron quienes descubrieron el sistemático robo de las armas que aún figuran en su inventario, al detectar que algunas de ellas ya empezaron a ofrecerse y a venderse en el mercado negro.
El robo de los fusiles fue tan bien organizado que los policías que participaron del delito cambiaron los originales por réplicas de juguete, algunas de plástico y otras de madera. Aparentemente, los fusiles FAL venían siendo hurtados del departamento de Armas y Municiones desde hace un año.
El comando institucional de la Policía Nacional, por su lado, alegó que varias de las armas robadas eran obsoletas, es decir, ya inservibles.
Los fusiles FAL (que quiere decir fusil ametralladora liviano) son capaces de derribar aeronaves y cuestan unos 10.000 dólares en el mercado negro.