Cargando...
El espeluznante caso se inició en noviembre de 2015, cuando se denunció la desaparición del albañil Ramón Alcaraz Aguiar, aquel entonces tenía 51 años de edad y vivía en J. Augusto Saldívar.
Su esposa, María Gloria Amarilla Arévalo (56), había dicho que su marido la dejó por otra mujer con quien fue a trabajar a Argentina, donde supuestamente el hombre murió un tiempo después.
La supuesta viuda incluso mencionó que sabía en qué cementerio estaba su marido, en Buenos Aires, y alegó que hizo las gestiones ante la Secretaría de Repatriados para traer el cuerpo al país, pero que por sus escasos recursos nunca pudo recuperar los restos.
No hay crimen perfecto
Tras un año y medio de la repentina desaparición de Ramón Alcaraz Aguiar, sus demás familiares reactivaron la búsqueda en mayo de este año, cuando intervinieron los policías de la División Homicidios del Departamento de Investigación de Delitos.
El comisario Sergio Insfrán relató ayer que la supuesta viuda nunca hizo gestiones ante la Secretaría de Repatriados y que en Migraciones no había registros del viaje del albañil a la Argentina, en la época en que mencionó su mujer.
Los uniformados también recibieron datos de que el albañil era un alcohólico y violento con su esposa e hijos, así como que constantemente se producían peleas dentro de la casa.
Este elemento condujo a los agentes a sospechar que el hombre desaparecido en realidad pudo haber sido asesinado.
Finalmente, los efectivos consiguieron una orden de captura contra la señora María Gloria, emanada por el fiscal Nicasio Galeano, así como también apresaron a los tres hijos de la mujer, Manuel Dejesús Amarilla (31), Francisco Ramón Alcaraz Amarilla (23) y Enrique Alcaraz Amarilla (20).
El comisario Sergio Insfrán dijo ayer que, al verse presionada por la detención también de sus hijos, la mujer confesó que mató accidentalmente a su esposo, en una de las tantas peleas, al llevar la cabeza contra una piedra.
Asimismo, recordó que en ese entonces enterró el cuerpo en el patio de la casa y que después hicieron una huerta sobre el lugar de la sepultura clandestina.
Sin embargo, como la Policía reinició la búsqueda, la misma señora recientemente desenterró los restos de su marido y tenía escondidos los huesos en un hule, en la despensa que atiende en la esquina de su casa.
Cuando la Policía fue a buscar la bolsa, se dieron cuenta de que uno de los hijos de la mujer, Manuel Dejesús Amarilla (quien no es hijo del fallecido) había tirado los restos en un yuyal situado a cuatro kilómetros de la casa familiar. Los hijos de la señora la habrían ayudado o sabían del asesinato y encubrieron a su madre durante todo este tiempo.