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En los semáforos, en los ómnibus y en locales de gran concurrencia, podemos ver cómo niños y adolescentes desperdician valiosas horas arriesgando sus vidas entre los autos en busca de alguna moneda, haciendo malabares o vendiendo estampitas o caramelos.
En el 2011, la Secretaría Nacional de la Niñez y la Adolescencia (SNNA) tenía identificados en Asunción 75 “focos”, como llaman a los lugares de concentración de niños en situación de calle. Hoy son 86.
El tema no es nuevo, pero no por ello carente de importancia. En efecto, a medida que pasa el tiempo, la situación de los chicos se agrava, pues, si hace años, cuando empezaron a “poblar” la ciudad, nuestra preocupación era porque no asistían a la escuela, no recibían la alimentación adecuada, estaban expuestos a los rigores de la intemperie, enfermedades varias y a peligros como el abuso sexual, entre otros, a la fecha, con el paso de los años, se han sumado otras más.
Entre ellos se cuentan problemas de adicción, procesos por comisión de delitos y, en el caso de las niñas, el embarazo precoz. El futuro incierto de estos chicos es una carga que, lejos de ser personal, es general, puesto que –salvo contadas excepciones– las condiciones en que han crecido prácticamente los predestinan a engrosar los cinturones de pobreza cada vez más amplios de nuestra sociedad.
Cada quien en su barrio o zona de trabajo puede ser testigo involuntario de esta lamentable realidad. A diario podemos ver a los chicos de “siempre”, ya crecidos, y acompañados por hermanos menores e incluso sus propios hijos, todos haciendo la única actividad que les enseñaron a hacer: mendigar.
Más allá de esta percepción, empírica si se quiere, pero igualmente válida porque somos testigos del diario peregrinar de criaturas que vemos crecer en distintos “focos”, quisimos documentar esta realidad. Por esta razón, revisamos cinco expedientes judiciales derivados de denuncias de explotación infantil, y lo que encontramos es que ha habido varios intentos de revertir esta situación.
Hubo ciudadanos que recurrieron a las autoridades para denunciar casos de explotación sexual, defensoras y fiscales de la Niñez que solicitaron la implementación de medidas varias para poner fin al calvario de estos niños, pero la realidad es que, pese a la gravedad de la situación y de la prioridad con que deben ser atendidos estos casos, la pesada estructura estatal no permite que avancen.
Burocracia judicial, falta de asistencia estatal y hasta falta de ideas. Sí, porque es ilusorio pretender que la SNNA o el Poder Judicial puedan erradicar la problemática de la niñez en situación de calle. Como se trata de un problema multiinstitucional, sin una política pública que permita abarcar la compleja situación familiar que hay detrás de cada niño en situación de calle, como ser padres sin trabajo ni estudio y en ocasiones, presos y/o con problemas de adicción, familias separadas porque los padres viajaron al exterior en busca de oportunidades, no es posible pensar en una solución a esta realidad.
Hasta la ciudadanía tiene su cuota de responsabilidad, porque mientras no se concientice a la sociedad de que la “monedita” esclaviza y que hay que ayudar sin fomentar la mendicidad, siempre habrá niños “esclavos”. Mientras haya gente dispuesta a repartir monedas, la explotación infantil seguirá siendo rentable.
De los cinco expedientes verificados, todos están en trámite aún, pese a que uno es del año 2012 y otro, del 2013. Este dato de por sí solo ya preocupa, porque demuestra que los tiempos de las autoridades están en defasaje con los de la niñez, porque si se demoran cuatro años discutiendo cómo asistir a un niño cuya situación motivó la intervención de las autoridades precisamente por ser acuciante y extrema, estamos mal.
rferre@abc.com.py
Fotos: Carlos Shattebeck, Fernando Romero y Diego Peralbo.