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Una férrea censura sigue sin permitir voces disidentes en el gigante asiático.
En la inmensa explanada del corazón de Pekín, las cámaras vigilan a los turistas que admiran el retrato gigantesco de Mao Zedong, el fundador de la república popular.
Desde la llegada al poder del presidente Xi Jinping en 2012, Pekín redujo el espacio de las libertades civiles, arremetiendo contra los abogados, disidentes y hasta los estudiantes “marxistas” defensores de los derechos de los trabajadores.
China contaba en 2016 con 176 millones de cámaras de vigilancia contra 50 millones en EE.UU., según el gabinete IHS Markit. Para 2022 subirán a 2.760 millones en un país de 1.400 millones de habitantes, o sea dos por persona.
Los censores del régimen han reforzado el control de las redes sociales, vigilan las conversaciones entre millones de individuos y bloquean cualquier contenido político sensible, en particular la represión de 1989. Ante la proximidad de la fecha del 4 de junio, la enciclopedia Wikipedia ha sido bloqueada en todas las lenguas.
La obsesión del régimen por la inteligencia artificial y el reconocimiento facial añadió sofisticación a esta red de vigilancia compleja. Permite a la policía llamar a la puerta de cualquier presunto alborotador, denuncian varios disidentes.