El Vaticano es uno de los 17 Estados que reconocen a Taiwán, la isla gobernada por un régimen rival al de China desde 1949.
En 1951, China rompió con la Santa Sede que acababa de reconocer a Taiwán, adonde había huido el nuncio apostólico. Los chinos lo tomaron como una herejía porque consideran que la “provincia rebelde” debe volver a formar parte de la madre patria.
Pero la verdadera ruptura llegó en 1957, cuando el régimen creó una Iglesia católica, a la Asociación Católica Patriótica de China.
Después de las persecuciones de la Revolución Cultural (1966-1976) contra los creyentes, los católicos de la Iglesia clandestina aprovecharon los años 1980 –comienzo de la apertura y de las reformas económicas– para reforzarse.
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En los últimos años las autoridades chinas intensificaron la represión contra los cristianos retirando cruces de los campanarios y destruyendo iglesias o prohibiendo la asistencia de niños y adolescentes a misa.