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La reina Isabel II encabezó el selecto grupo de 2.300 invitados, entre los que hubo también representantes de 170 países, que asistieron a la ceremonia religiosa en recuerdo de la inquilina de Downing Street entre 1979 y 1990, fallecida el 8 de abril a los 87 años.
La sobriedad de la misa contrastó con la pompa y el boato de la procesión fúnebre, que congregó a una muchedumbre a las calles de Londres, donde una minoría de manifestantes hicieron oír algunos abucheos y gritos de “Maggie, basura” o “¡Qué despilfarro!” entre los aplausos de los admiradores de la mujer que sigue dividiendo profundamente al país.
En su sermón, seguido con sonrisas y lágrimas, el obispo de Londres, Richard Chartres, se refirió ante el ataúd envuelto en una bandera británica a la inagotable controversia en torno al legado de la primera y única mujer primera ministra que ha tenido el Reino Unido.
“La tormenta de opiniones opuestas se centra en la señora Thatcher que se convirtió en una figura simbólica (...) Hoy los restos de la verdadera Margaret Hilda Thatcher están aquí en su funeral”, dijo ante la atenta mirada de los hijos de la difunta, los gemelos Carol y Mark, de 59 años. “El parlamento tuvo un debate franco la semana pasada, pero aquí y ahora no es el momento ni el lugar”, agregó.