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ESTAMBUL (ANSA). Una deriva que asusta al mundo e impulsa a Barack Obama a hablar directamente con el presidente turco, por primera vez desde la intentona golpista, invitándolo a respetar los valores democráticos.
Pero Ankara insiste en el tire y afloje con Washington y sigue pidiendo con fuerza la extradición de Fethullah Gulen, al que acusa de ser el cerebro del intento del golpe.
No se detiene siquiera a volver a acercarse a la pena de muerte, constantemente citada por las multitudes islámicas nacionalistas que cada noche invaden las calles de Turquía.
Las depuraciones, que en estas horas se actualizan en forma continua, pusieron ayer en la mira al sector de la educación, considerado un bastión de la red de Gulen.
El ministerio suspendió a 15.200 docentes públicos y retiró la licencia a 21.000 de escuelas privadas, muchos de los cuales son empleados de las “dershane”, las escuelas cercanas a Gulen, que varias veces el presidente Erdogan intentó cerrar.
También en la mira están las universidades, con todos los 1.577 decanos de los ateneos del país a los cuales se les pidió la renuncia, y que parece algo inevitable. Muchos ya la presentaron. Las purgas no excluyen a los imanes y los profesores de religión.
La Diyanet, máxima autoridad islámica que depende del Estado, anunció haber apartado a 492 voluntarios.
Además un centenar de sospechosos para los servicios secretos y 393 empleados del ministerio de Familia, a los que se suman los 13.000 echados del ministerio del Interior (la mayoría eran policías), del de Finanzas y la justicia.
Número alarmantes que hace gritar desde varias partes sobre una suspensión total del estado de derecho.
Siguen creciendo los arrestos. Las personas que terminaron en la cárcel con la acusación de haber complotado con los rebeldes subieron a 9.322. Las responsabilidades sobre el golpe se hacen más oscuras.