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TEHERÁN (AFP, EFE). Poco antes de que el presidente estadounidense Donald Trump anunciara su decisión, el régimen iraní lanzaba declaraciones duras y amenazantes, buscando disuadir a Washington.
Pero, tras la determinación oficial, el gobierno ha bajado el tono, y busca que los otros países firmantes puedan mantener el flujo económico que perdería si vuelven las sanciones que, precisamente, este pacto había levantado.
El ayatolá (jefe religioso) Ali Jamenéi, verdadero dueño del poder en Irán, aprobó negociar con los otros firmantes (Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania) medidas para paliar las consecuencias del retiro de EE.UU.
La decisión de Washington pone a las empresas de otros países ante la disyuntiva de elegir entre hacer negocios con Irán o con Estados Unidos.
Esto pone en graves aprietos al régimen islamista iraní, que puede ver salir de su territorio a empresas que invirtieron en el país tras levantarse las sanciones existentes antes del pacto.
Incluso el presidente francés, Emmanuel Macron, contrario a la decisión de Trump, abogó por buscar un acuerdo “más amplio”. Un nuevo acuerdo que incluya las preocupaciones internacionales con el programa de misiles balísticos de Irán, así como su “actividad regional”, en referencia a sus interferencias en “Líbano, Siria y Yemen”.