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Lo recordó ahora la hoy enjuiciada senadora, al cumplirse el quinto aniversario de la asunción de Francisco. Lo de ella fue algo así como si el presidente de Polonia del momento, o Lech Walesa, ante la designación de Karol Jozef Woytyla (Juan Pablo II).
El aniversario, 13 de marzo, lógicamente, es motivo para el análisis de la gestión de Francisco. Y las opiniones están muy divididas. Entre los católicos, y por fuera de la Iglesia donde se percibe que el Papa a nivel universal ha perdido trascendencia. Su discurso se ha desgastado. Eso está a la vista. Entre los católicos, y en lo que hace a su condición de custodio de la fe, también hay mucho chisperío. Nunca un Pontífice ha sido tan cuestionado, según lo que trasciende. Y, sin duda, algo ha de haber: en su carta de felicitación, la primera, el bueno de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), su antecesor, califica de “prejuicios tontos” los cuestionamientos y críticas que se hacen a Francisco a quien le niegan peso teológico, además de censurarle el manejo que hace del papado.
¿“Prejuicios tontos”?: si lo dice Ratzinger hay que respetarlo, pero cuando el río suena es porque agua trae.
Y después está el Papa argentino. El Papa peronista, como ya no se duda. El aniversario, como era de esperar, motivó decenas y decenas de calurosos saludos y mensajes de dirigentes políticos e incluso sindicales, en su mayoría peronistas. Dio lugar, también como era de esperar, a enconadas discusiones. Hubo un mensaje sorpresivo –el de Macri– y otro curioso e ilustrativo que remarca el estilo de CFK.
A muchos observadores sorprendió el entusiasta saludo del presidente Mauricio Macri, a quien Bergoglio directa e indirectamente no ha tratado bien. Macri lo calificó de “líder moral”, “inmensamente querido y admirado por millones de personas”, “protagonista de nuestro tiempo”, a quien le agradeció por su “legado a toda la humanidad”. No era lo que se preveía. “¿Será porque le va mal en las encuestas?”, fue una de las preguntas algo insidiosas, que circuló en ámbitos políticos.
El mensaje de CFK, en tanto, no tiene desperdicio. Se estaba haciendo los rulos cuando se enteró. Vale la pena transcribirlo todo: “Fue un día como hoy. Lo recuerdo perfectamente. Estaba haciéndome los rulos, y es literal. Por la mañana había trabajado en Olivos, en Jefatura de Gabinete, y ahora Maru –secador y cepillo en mano– me peinaba para ir a la Rosada”.
“Mientras leía informes, encendí el televisor –me habían avisado que iban a anunciar el nuevo Papa–. En la pantalla aparece el inconfundible balcón del Vaticano y un cardenal muy viejito anuncia en latín: ‘Habemus Papa. Giorgio Marius Bergoglio’. Tomá mate con chocolate, pensé yo. Tenemos Papa. Es argentino. Y es Bergoglio. Maru, petrificada cual estatua, me pregunta: ‘¿Dijo Bergoglio?’. ‘Sí, Maru, dijo Bergoglio’. Lo llamo a mi secretario y le digo: ‘Nene, traé la computadora y llamalo a Olivieri’. Guillermo Olivieri, nuestro secretario de Culto durante los 12 años y medio de nuestra gestión: ‘Guille, te mando al mail una carta de felicitación a Bergoglio para que la envíes ya al Vaticano y vos andá preparando todo lo protocolar y el viaje a Roma para la ceremonia de su consagración’”.
“Redacté esta carta que el mismo día publiqué en las redes. En ella le expresé nuestro deseo de que su tarea pastoral fuera en pos de la justicia, la igualdad, la fraternidad y la paz”. “A cinco años de su pontificado, Jorge Bergoglio –que ahora es Francisco y sonríe– ha construido, en un mundo monocorde, el único liderazgo universal que alza su voz contra el neoliberalismo, un sistema que destruye vidas y descarta personas. No es poca cosa”.
No es ni poca ni mucha. Parecería que se trata de un tema de entrecasa, casi cotidiano, que incluso responde al grito de la tribuna: “el Papa es nuestro”.
Sí, pero no. ¿Qué pasa con el resto?