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“Esta es una gran victoria del pueblo ucraniano sobre los demonios moscovitas, la victoria del bien sobre el mal, de la luz sobre las tinieblas”, proclamó el presidente ucraniano, Petró Poroshenko, después de que el Patriarcado de Constantinopla anulara el “tomos” (decreto) que subordinaba la iglesia ucraniana a Moscú desde 1686.
Con un vocabulario más propio de las guerras religiosas medievales, Poroshenko hizo realidad el sueño de muchos ucranianos, especialmente después de que la Iglesia Ortodoxa Rusa (IOR) apoyara abiertamente la anexión rusa de Crimea y la insurgencia prorrusa en el este del país.
“Ejército, lengua y fe”, son los pilares de la nueva Ucrania, que quiere romper todos los lazos con Rusia, aunque precisamente los vínculos religiosos son los que están más profundamente arraigados en la sociedad, donde hay un 76% de creyentes (30 millones).
El Kremlin replicó que, al igual que ocurre con “los rusos y los rusoparlantes”, “Rusia defenderá los intereses de los ortodoxos”, aunque “exclusivamente con medios político-diplomáticos”, mientras el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, fue aún más allá.
Lavrov acusó abiertamente a EE.UU. de apoyar la “provocación” del patriarca de Constantinopla, Bartolomé, que con su decisión ha amenazado el liderazgo del Patriarcado de Moscú, del que dependían hasta ahora casi la mitad de los fieles ortodoxos en el mundo (120 de 300 millones)
La IOR, que ha recibido toda clase de prebendas desde que el presidente ruso, Vladímir Putin, llegara al poder, amenaza con romper relaciones con Constantinopla (Patriarcado más importante en la Iglesia Ortodoxa), decisión que podría ser anunciada mañana mismo en el Sínodo que se reunirá en Minsk.
“El Patriarca de Constantinopla reconoció a los líderes cismáticos, legitimando el mismo cisma que existe desde hace más de un cuarto de siglo. Esta decisión ha hecho para nosotros imposible la unidad con el Patriarcado de Constantinopla”, dijo ayer Ilarión, jefe de relaciones exteriores de la IOR.
Ilarión considera que es Poroshenko quien desea la autocefalía para ser reelegido en las presidenciales de 2019, no los creyentes ucranianos, entre los que solo un tercio la apoya, según los sondeos.
“El patriarca Bartolomé (de Constantinopla) no es el papa romano (que tiene poder sobre todos los demás obispos). No es el patriarca supremo de todos los ortodoxos y no tiene derecho a entrometerse en los asuntos de la IOR”, afirmó Piotr Tolstói, vicepresidente de la Cámara de diputados rusa.